La UNAM aprovecha el agua de lluvia para que beban universitarios en un proyecto de investigación demostrativa.

Desde su formación en las nubes hasta que cae al suelo, la lluvia limpia la atmósfera de elementos que pueden ser vistos por el ojo humano o no, lo que hace que varíe su composición para usarla como potable.

Las ciudades requieren un enorme suministro de agua dulce y a su vez generan un impacto sobre el líquido; el documento de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Agua ciudades, hechos y cifras estima que desde 2010 casi todas las megaciudades del mundo enfrentan la escasez de agua, y resolver la gestión sostenible y eficiente es uno de los temas más importantes del siglo.

Jugo de nube es una investigación demostrativa realizada durante cinco años por un grupo de universitarios de la Dirección General de Atención a la Comunidad (DGACO), coordinado por Mireya Imaz Gispert, que expone al agua de lluvia como una alternativa que mitiga la demanda del vital líquido para consumo humano.

El programa de cosecha de agua de lluvia podría contribuir a mitigar el estrés hídrico que sucede cuando la demanda de agua es mayor a la cantidad disponible para un periodo determinado o cuando su uso se restringe por su baja calidad y es padecido por habitantes de zonas áridas o metrópolis con grandes concentraciones urbanas.

La precipitación se recolecta con un sistema llamado Tlaloque que junta el agua de lluvia caída en el techo del edificio de Programas Universitarios en Ciudad Universitaria en una una superficie de 193 m2 de vidrio y se conduce a través de tuberías de polipropileno a un tanque. Después de una tormenta se pueden almacenar hasta 400 litros.

Una vez llenado el Tlaloque sin compuestos ni polvo atmosférico, eliminado después de haber pasado por las tuberías, se sacan las partículas grandes y la suciedad. Posteriormente, el agua se distribuye en dos tanques de 30 mil litros cada uno y se le agrega una pastilla de cloro estandarizada que mantiene su calidad.

Para esta etapa del proceso ya casi no pasan impurezas ni compuestos; es momento de agregarle ozono para eliminar todos los organismos vivos que puedan encontrar y, para finalizar, se drenan a los dispensadores de que tienen dos filtros extra que terminan de purificar el líquido, además, cuentan con desinfectantes.

Con este jugo se abastecen dos bebederos: uno al interior del Edificio de Programas Universitarios de la Coordinación de la Investigación Científica y el otro en el camino entre la Facultad de Ciencias y el Metro CU, donde se llegan a consumir cerca de mil 400 litros por semana.

En la Ciudad de México aproximadamente 300 mil personas no tienen acceso al recurso hídrico para consumo humano seguro o lo reciben de baja calidad, explica Luis Gutiérrez Padilla, subdirector de Proyectos para Comunidades Seguras y Sustentables de la DGACO.

Lo novedoso del proyecto universitario es que logra recolectar el agua de una atmósfera con niveles altos de contaminación como la CDMX y transformarla en potable. Jugo de nube contó con la participación del Instituto de Geofísica y la Dirección General de Atención a la Salud para analizar los niveles físico-químicos y biológicos para ajustarlos a las normas nacionales e internacionales que debe tener la calidad del agua.

Infografía: Xavier Rodríguez

El concreto de las calles impacta ciclo hidrológico

La urbanización de la Ciudad de México impactó al ciclo hidrológico, así lo explica Gerardo Ruiz Solorio, secretario general de la Facultad de Ingeniería (FI) de la UNAM.

Desde la fundación de la CDMX al momento, el especialista afirma que han existido problemas con el manejo del agua que sumado a la cubierta de las calles por el concreto y el asfalto disminuyen la posibilidad de recargar el acuífero debajo de ella, el cual abastece 70% del líquido a las alcaldías.

“Otras fuentes de abastecimiento de agua son los sistemas Cutzamala y Lerma, que dotan entre ocho y 20%, dependiendo de la temporalidad del año, a toda la megalópolis que está en constante crecimiento poblacional”, aseveró.

Así mismo externó que la dotación de este recurso natural a la población varía, puesto que no es el mismo consumo en una casa de interés social a la de un conjunto habitacional, por la extensión de jardines y uso doméstico.

Cada gota cuenta

El programa de la UNAM que cosecha agua de lluvia llamado Jugo de nube busca contribuir a mitigar el estrés hídrico en ciudades con poco acceso al líquido vital como la CDMX, donde 300 mil personas no tienen recursos hídricos para consumo humano seguro o la reciben de baja calidad.

70% del agua dulce se usa para la agricultura.

Cultivar y procesar los granos para obtener una taza de café requiere 140 litros de agua.

Se necesitan 196 litros de agua para producir un vaso de leche pasteurizada.

Se necesitan más de 38 litros de agua para producir una rebanada de pan.

Cepillarse los dientes requiere alrededor de 7.5 litros de agua.

Si usas un lavaplatos automático requerirás de 34 a 45 litros de agua, y si lo haces a mano hasta 76 litros.

Se pueden gastar de 95 a 190 litros de agua en una ducha de cinco minutos.

Un cabezal de ducha de bajo flujo puede ayudar a reducir alrededor de 40% el uso de agua.

Un Inodoro de bajo flujo puede ahorrar hasta 19 litros de agua en cada descarga.

Fuente: ONU

LEG