Si se revisan bien las argumentaciones, el debate sobre la llamada militarización se refiere a las funciones operativas de las fuerzas armadas en áreas presuntamente diferentes a las de seguridad. Pero en ninguno de los casos se hace referencia a la parte delicada del debate: los militares nada tienen que ver con definiciones de Gobierno o con la conducción del Estado o con la interferencia en labores políticas.

La primera diferencia es clave: la seguridad nacional y la seguridad interior que justifican el uso de las fuerzas amadas y el apoyo a obras de prioridad nacional del Estado nada tienen que ver con el concepto sudamericano –impuesto por la CIA– de labores militares de contrainsurgencia o lucha ideológica contra la izquierda socialista. En tareas de seguridad, las fuerzas armadas apoyan, pero no deciden líneas estratégicas.

Dos temas son esenciales para el debate

1.- La seguridad nacional es definida en la ley respectiva en función de cinco objetivos: defender la república ante amenazas y riesgos, preservación de la soberanía, garantizar la independencia y el territorio, mantener el orden constitucional y fortalecer las instituciones democráticas, además de la unidad de la república, la integridad territorial de la república.

2.- Y la doctrina militar de seguridad interior también es clara: “Condición que proporciona el Estado mexicano para salvaguardar la seguridad de sus ciudadanos y el desarrollo nacional mediante el mantenimiento del Estado de Derecho y la gobernabilidad democrática en todo el territorio nacional”.

Los militares tienen, dicen, casi treinta funciones ajenas a la seguridad, pero ninguna de definición de Gobierno o de militarización de la política del Estado. México es una república civil y democrática.

Por lo tanto, la militarización es una falacia.

 

Zona Zero

  • Parece que el Gobierno mexicano no cayó en la provocación de la Casa Blanca con la designación de la vicepresidenta Kamala Harris como responsable de la frontera con México, la funcionaria se pasa el tiempo vigilando al presidente Biden para cubrir sus deslices de tercera edad. Y la embajadora Roberta Jacobson sigue sin entender a México, a pesar de haber representado a Obama y a Trump en la embajada de Reforma.

 

(*) Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Seguridad.

 

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