Una nueva forma de “guerra fría” se ha parecido instaurar en el imbricado internacional. A través de sanciones, mayormente económicas, los países se han declarado su animadversión por temas de coyuntura, sin que organismos internacionales u otras instancias parezcan solucionar el conflicto.

Estados Unidos y la Unión Europea (UE) sancionaron ayer a altos funcionarios de la junta de Birmania por la represión de los opositores al golpe militar, que siguen manifestándose en todo el país.

Desde el golpe de Estado del 1 de febrero, que derrocó a la lideresa civil Aung San Suu Kyi, más de 2 mil 600 personas han sido arrestadas y unas 250 asesinadas, según ONGs.

El Reino Unido también impuso sanciones a cuatro altos responsables chinos por su papel en las violaciones de los derechos humanos en la región de Sinkiang, en particular contra la minoría musulmana uigur, anunció el ministro británico de Relaciones Exteriores, Dominic Raab.

En respuesta, China anunció sanciones contra 10 europeos, incluidos dos parlamentarios, así como contra cuatro entidades, en represalia por la aprobación por parte de la UE de medidas similares contra responsables chinos por la represión contra la minoría uigur, lo que la diplomacia europea, en voz de Josep Borrell, calificó de inaceptable.

 

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