El 29 de enero, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, declaró a un grupo de reporteros en París que la vacuna contra el COVID-19 desarrollada por AstraZeneca parecía ser “casi ineficaz” en personas mayores de 65 años.

“El verdadero problema de (la fórmula de) AstraZeneca es que no funciona como esperábamos (…) en personas mayores de 65 años, y algunos dicen de 60 años o más”, dijo en su momento el Jefe del Estado.

El comentario desató diversas críticas, ya que se dio horas después de que la Agencia de Medicinas de la Unión Europea aprobara su uso en todos los mayores de 18 años.

Cinco semanas antes, la Agencia Reguladora de Medicamentos del Reino Unido también le había dado “luz verde”.

No obstante, Macron ya se retractó de su postura anterior. La semana pasada, tras una cumbre virtual con líderes europeos, el francés dijo que, cuando llegue su turno, con gusto aceptaría ser vacunado con la dosis desarrollada por AstraZeneca y la Universidad de Oxford: “En vista de los últimos estudios científicos, se ha demostrado la eficacia de la vacuna”.

Cinco días más tarde, el Ministro francés de Salud, Olivier Véran, anunció que “las personas afectadas por comorbilidades pueden vacunarse con AstraZeneca, incluidas las de entre 65 y 74 años”. Sin embargo, dijo que las personas de 75 años o más continuarán recibiendo las vacunas de Pfizer-BioNTech y Moderna únicamente, sin citar una razón en específico.

Hasta el momento, el gobierno alemán tampoco aplica dicha vacuna a mayores de 65 años. Sin embargo, se espera que esta decisión sea revertida al igual que en Francia.

La semana pasada, Angela Merkel afirmó que la de AstraZeneca “es una vacuna en la que se puede confiar”. Por su parte, los Estados Unidos aún no la aprueba, y se prevé que esto no suceda antes de abril.

Francia está por debajo de la Unión Europea en términos de vacunación. El gobierno de Macron ha aplicado cuando menos una dosis al 6.9% de su población, mientras que el promedio de los 27 países del bloque es de 7.5%.