Hay muchas voces apagadas, expresiones que no buscan en lo más mínimo mancillar la investidura presidencial, o dañar a las instituciones del país. Al contrario, aportar, desde una visión diferente a la del grupo en el poder, elementos para una sana discusión, como la que debe tener cualquier país democrático.

La primera voz que se apagó desde antes de asumir el poder fue la del Congreso. La apabullante mayoría que logró el presidente Andrés Manuel López Obrador le consiguió las mayorías suficientes en las cámaras de diputados y de senadores para transitar cuanto asunto legislativo quisiera.

Pero eso no significaba que se apagara la voz de la discusión, de la deliberación y de las ideas diferentes para complementar la vida pública. Porque si bien es cierto que López Obrador llegó a la presidencia con 30 millones de votos, también lo es que somos un país de 126 millones de habitantes, no todos simpatizantes de la 4T.

Esa diferencia merecería una discusión abierta, enriquecedora en un congreso que cumpliera con su papel de representar a la sociedad, no simplemente ser una caja de resonancia de las instrucciones presidenciales, un simple apéndice de la presidencia para tramitar sus necesidades legislativas.

Y las voces críticas de la sociedad civil se apagan ante el embate de los ataques al mismo concepto de “sociedad civil” que no le gustan a este Gobierno. Cualquiera que tenga un pensamiento diferente es un adversario, corrupto, añorante del pasado y por lo tanto despreciable.

Ahí se forman varios que saben que en México el poder presidencial es omnipotente y mucho más en estos tiempos.

Sin embargo, no deja de ser lamentable que voces que solían ser críticas, inteligentes y bien organizadas para defender sus posturas, hoy estén apagadas.

El sector empresarial ha sucumbido ante una de esas tácticas que el grupo gobernante sabe hacer muy bien: dividir para vencer. Algunos empresarios muy cercanos, otros claramente lejanos y aquellos que tienen la digna misión de representar a amplios sectores productivos, simplemente ignorados.

Las pocas voces críticas se dejan seducir fácilmente por los híbridos opositores que no acaban de encontrar una organización racional que pueda convencer a los electores.

Y los grupos que históricamente se formaron como una respuesta a las presiones del poder, como el Consejo Coordinador Empresarial, aparecen aturdidos, divididos y no pocos temerosos de alzar la voz y desagradar con ello al poder.

La voz empresarial suena muy bajita, es tímida y sus intentos de defender sus muy legítimos intereses se apagan ante la estridencia de las mañaneras.

Es deseable que no haya unanimidad de todas las voces ante los planteamientos de un Gobierno, el que sea, porque la diversidad es lo que le da grandeza a una democracia.

Se extrañan las voces de los que defienden a los emprendedores, a los que generan empleos y que realmente dan la cara por la economía de este país. Hace falta que sean más firmes, siempre por los canales democráticos, porque este país necesita con urgencia equilibrios.

 

                                                                                                                                      @campossuarez