“Se necesita valor para internarse en el Centro de Aislamiento Voluntario… da miedo porque es renunciar a la familia y el temor de no volverlos a ver es un desasosiego, pero esos sentimientos debemos canalizarlos”, expresa don José Ernesto, quien cumplió 15 días de permanecer aislado de sus seres queridos debido a que se contagió de Covid-19.

Para proteger a su familia de contagios, decidió internarse en este centro gratuito de la Secretaría de Marina, donde permanece bajo vigilancia médica mientras el Covid abandona su cuerpo.

El hombre de 49 años de edad, originario de la alcaldía de Iztapalapa, se sienta en la esquina de la cama portando un pijama azul que le fue brindada en el lugar y afirma que recibe un buen trato. Aunque no es un hospital, se siguen reglas.

“Nos monitorean todo el día, recibimos los tres alimentos; la gente que requiere otro tipo de atención la canalizan a una clínica. Lo importante es romper las cadenas de contagio, en mi caso di positivo hace 15 días”, relata con ojos tristes, con la mitad del rostro ocultó tras el cubrebocas.

“La sintomatología fue que perdí el gusto, tenía dolores articulares muy fuertes. ¿Por qué decidí venir? Debido al amor que le tengo a mi familia para protegerlos del virus… en casa está mi esposa, dos hijas, un cuñado y mí suegra. El inmueble es muy chico, no hay condiciones para un asilamiento”.

Don Ernesto, que se desempeñaba como encargado de un café internet, reconoce que su esposa no quería que se aislara.

 

Al entrar el Centro de Aislamiento Voluntario (CAV), conocido popularmente como la “Covi-Aldea”, lo primero que se observa es el dormitorio de mujeres.

Es viernes y sólo hay dos de ellas en el centro, una de se despierta con dolor cabeza y tos, la otra, una joven, al percatarse de la presencia de 24 HORAS decide no salir del baño.

Para subir al segundo piso se debe pasar por un pasillo, donde hay una mesa que sirve como comedor y en uno de los anaqueles se encuentran naranjas y galletas, entre otros productos; en una esquina está una silla, donde diariamente les toman los signos vitales a los enfermos.

En el otro nivel se ubica la zona de hombres, quienes suman una docena. Al igual que las mujeres todos portan una pijama azul; la mayoría está mandando mensajes a través del celular, otros tienden su cama, leen un libro o toman el sol en la pequeña área que tienen.

El supervisor médico del CAV, Romero Alegría, detalla que en valoran tres veces al día a los pacientes, realizan notas y se suben a un sistema para tener mayor control; sobre todo, se verifica que la oxigenación de cada persona sea la adecuada.

“En caso de que creamos que alguno de ellos se está complicando lo trasladaríamos, hasta el momento todo está normal. Tenemos una capacidad de 31 camas para hombres y 29 destinadas a mujeres”, explicó el médico, quien tiene el rango de teniente de fragata.

Expresa que los pacientes pueden permanecer hasta 21 días; a los 14 muchos ya salen negativos y se les da de alta, de lo contrario esperan hasta que se cumplan los 21 días para realizar nuevamente la prueba.

Kit de bienvenida

“La mayoría que viene al CAV es porque han visitado la página de internet o porque los mismos pacientes lo han recomendado, entonces solicitan la información: deben ser mayores de edad, traer una identificación oficial y de preferencia no tener alguna enfermedad agregada y, si es el caso, que sea controlada”.

Refiere que cuando llega un paciente le dan un kit el cual consta de pijama, toalla, jabón, pasta dental, cepillo de dietas, sandalias y un peine.

“Somos flexibles con ellos hasta cierto punto… tenemos unas ciertas reglas, como el respeto entre pacientes, las horas de la comida, toma de signos, ellos conviven fuera de un ambiente militar”.

FRASES

“Los de la Marina tienen mucho profesionalismo, tiene una gran responsabilidad y ponen en riesgo a su familia, y sin embargo siguen al pie del cañón, ésta es otra trinchera donde se está batallando contra el Covid”
José Ernesto
Paciente de Covid

“Espero que mi familia se sienta orgullosa, mi esposa también es médica y pues lógicamente seguimos las medidas de seguridad, nos hemos adaptado. Estamos orgullos de lo que nos encomendaron”
Romero Alegría
Supervisor médico del Centro

LEG