Frustración, desgaste, soledad, desempleo, son algunos de los adjetivos que vienen a la mente cuando se habla del primer año de la pandemia por Covid-19 en la Ciudad de México, y es que más allá de las estadísticas, detrás de cada cifra de desempleo, de cada número de contagios, detrás de cada acta de defunción provocada por ese enemigo invisible hay una historia.

 

Inés

Vendedora en el Palacio de Hierro y madre de dos niñas que, de un día para otro Inés se encontró con dificultades económicas. Era marzo de 2020 y estaba por comprarse un automóvil, rentaba un departamento en la colonia industrial y sus hijas asistían a una primaria privada.

Luego el Covid llegó a México y pasó lo impensable: cierre de comercios y escuelas, la gente en sus casas, empresas pagando salarios a la mitad y hospitales preparándose para atender solo casos de coronavirus.

Con el cierre forzado, aunque la empresa continuó pagando su sueldo integro, desaparecieron las comisiones de venta, más de 70% de su sueldo mensual; cuatro meses después tuvo que sacar a sus hijas de la escuela privada, dejar el lugar donde rentaba y regresar a casa de sus padres.

“Es frustrante, un infierno que en casi un año lo hayas perdido todo, todo por lo que trabajaste se esfuma: tu hogar, tus joyas, porque las tuve que empeñar, y dejar de pagar la escuela de mis hijas”.

Abdiel

Quien también tuvo que volver a casa de sus padres es Abdiel, pese a que labora para Petróleos Mexicanos (Pemex), debido a que le redujeron el salario, lo que le llevó a adquirir deudas, aún así, se siente afortunado de todavía tener trabajo.

“Tuve muchos problemas con los pagos, me recortaron el sueldo, está pesado porque tuve que salirme de la casa donde vivía, regresé con mis papás. Han cortado ya varias plazas y hay poco trabajo para los trabajadores transitorios, que no tienen una plaza fija”.

Roberto

Mesero en un restaurante del centro de la ciudad, fue en abril cuando Roberto resintió la restricción de sólo ofrecer servicio para llevar comenzó a impactar sus finanzas.

Aunque logró resistir un tiempo, fue en noviembre cuando tuvo que pedir prestado.

“Era muy difícil llegar a fin de mes, hasta me vi en la necesidad de empeñar las cosas que me regaló mi mamá o las que me pude comprar yo para poder pagar mi renta”, expresó.

Pese a que no se ha contagiado, el principal sentimiento que fluye en su interior es la soledad, pues no ha visto a sus padres por más de ocho meses, ya que son hipertensos y diabéticos (factores que empeoran los casos de Covid) por lo que no quiere ponerlos en riesgo.

Y aunque al principio solía reunirse con algunos amigos, fue hasta que falleció el padre de uno de ellos a causa del virus que todos optaron por respetar el confinamiento.

Mónica

Ante la situación económica, Mónica decidió abandonar el país para buscar oportunidades de empleo.

“En México por ahora no hay trabajo, es muy difícil encontrar un lugar donde te paguen bien, la reducción de los salarios es muy bajo, entonces decidí irme a otro lado para poder encontrar algo mejor y poder ayudar a mi familia, y pues esperar a que la situación mejore.

Rafael

Editor de video en una televisora, Rafael ya se contagió, y dos veces, pues utiliza el Metro para transportarse; ahí es donde él cree que pudo adquirir el virus las dos ocasiones.

“Yo seguí yendo a trabajar, donde no había facilidad de hacer home office y tuve que trasladarme a las instalaciones, y tuve un segundo contagio a finales de octubre principios de noviembre… sí acudí al hospital porque el dolor de cabeza, de cuerpo y la fiebre eran demasiado intentos, la fiebre no bajaba de 38 o 39 aunque tomara paracetamol”.

Destacó que recibió tratamiento en un hospital privado y aunque disminuyó el dolor tras los primeros cinco días, fue ahí cuando su oxigenación comenzó a bajar.

“Luego de 15 o 20 días de los primeros síntomas así como llegó se fue”.

Renata

En cambio, Renata sí ha podido permanecer en home office, y aunque no se ha contagiado, ahora sufre problemas en el cuello, estrés, ansiedad y depresión.

Fue en noviembre cuando se dio cuenta de que estaba apática, que no esperaba con ansias la época navideña, como en años pasados.

Su capacidad para socializar disminuyó, pues ahora le cuesta trabajo entablar una conversación con gente nueva.

“No sé si fue la costumbre de estar tanto tiempo encerrada que he perdido mi capacidad de socializar, me encuentro muy apática, tengo problemas en el cuello de estar tanto tiempo en la computadora; ha sido un año frustrante y desgastante, que bueno que ya se ve la luz”.

Brenda

Otra clase de estrés es el que padece Brenda, pero ella por el temor a contagiarse, pues como ejecutiva de cuenta en un banco no ha podido dejar su puesto.

“Utilizamos todo el tiempo cubrebocas y caretas, pero aún así vives con el miedo al contagio, pues muchos clientes vienen y como ya te conocen te lo comentan que se sienten mal, que van a ir al médico, se despiden de ti. Lo peor es que unos días después llegan sus beneficiarios a retirar el dinero de sus cuentas y es ahí cuando te enteras de que fallecieron”.

Emiliano

Con apenas 11 años de edad, Emiliano narra que la contingencia sanitaria es desesperante, porque tomar las clases en línea le resulta aburrido y tedioso; dice que prefiere repetir el ciclo escolar que seguir pegado en la pantalla.

“Hay maestros que exageran con los trabajos; otros hablan horas y horas. No pensé que fuera tan caótico, le dije a mi mamá que estaba harto, que quería trabajar limpiando parabrisas, pero no; lo que pasa es que exploto, sigo escuchando las clases, aunque estoy seguro que voy a repetirlo porque no le veo sentido pasar a otro grado sin entender”.

Norma

La señora Norma, dueña de una papelería en la alcaldía Cuauhtémoc describe esta época como deficiente en los clientes, pero no con los pagos ni deudas.

“La venta disminuyó 70%, pensamos cerrar, pero tengo necesidad y aunque sea para las tortillas… hay muchos aprendizajes, el principal es el tecnológico, a utilizar la computadora. Tenemos que sentar cabeza porque no aprendemos a tener buenos hábitos”.

Infografía: Xavier Rodríguez

FRASES

“Es frustrante, un infierno que en casi un año lo hayas perdido todo, todo por lo que trabajaste se esfuma: tu hogar, tus joyas, porque las tuve que empeñar, y dejar de pagar la escuela de mis hijas”

Inés

Vendedora en tienda departamental

 

“Era muy difícil llegar a fin de mes, hasta me vi en la necesidad de empeñar las cosas que me regaló mi mamá o las que me pude comprar yo para poder pagar mi renta”

Roberto

Mesero en restaurante del Centro

 

“Tengo problemas en el cuello de estar tanto tiempo en la computadora; ha sido un año frustrante y desgastante, que bueno que ya se ve la luz”

Renata

Profesionista

Reinfectarse al volver al trabajo, temor principal de enfermeras (+video+infografía)

 

LEG