Hasta los más fieles seguidores de la 4T se quedaron sin luz y no todos pueden ya comprar eso de que todo es culpa del pasado neoliberal.

Por más que las autoridades de este país se han esmerado en mentir como pocas veces para justificar los apagones, los repentinos y los programados, lo cierto es que cada vez queda más claro que entre el manejo ideológico, la impericia y la negligencia, se empiezan a provocar daños cada vez más claros en diferentes áreas de la vida cotidiana.

El peor daño y desafortunadamente irreversible que ha provocado hasta ahora en México la 4T es la enorme cantidad de personas que han fallecido como consecuencia del pésimo manejo de la pandemia de Covid-19. El SARS-CoV-2 iba a costar vidas, sin duda, pero seguro pudieron ser muchas menos.

Tampoco se van a recuperar las vidas de los enfermos que se han quedado sin tratamientos médicos por la austeridad irracional. Ni se recuperarán las vidas de las víctimas de una violencia que lejos de controlarse, crece sin control.

La falta de apoyo a millones de trabajadores en plena pandemia ha modificado las expectativas de millones de familias que tendrán que luchar durante mucho tiempo para recuperar parte de lo que ahora han perdido.

Las causas que han llevado a los recientes apagones en buena parte del país trascienden los dos o tres días sin energía eléctrica, abren un desafortunado camino para que esas fallas en el suministro de electricidad se conviertan en una situación cotidiana en adelante.

La inversión en infraestructura eléctrica que hoy se bloquea por ser privada, la licitación que no se otorga hoy a particulares, los recursos que se cancelan en el nombre de la austeridad para desarrollar proyectos de extracción de gas, todo eso implicará que se pierda la confianza en esta economía. Y que cuando se logren reactivar esos proyectos suspendidos, se habrán perdido muchos años.

El sueño de regresar a México a los tiempos del pasado nos está llevando a las calamidades del pasado. Este país sufría de escasez de energía eléctrica en los años setenta. Pero también había problemas para surtir productos básicos, porque el México de los monopolios se caía a pedazos. No queremos ni debemos volver a eso.

Incluso, esos programas asistencialistas a los que hoy se desvían todos esos recursos que se quitan a rubros de gasto tan necesarios como la compra de medicamentos, o mantenimiento de infraestructura, habrán de ser insostenibles con el tiempo.

En la medida que se provoque una falta de productividad, los ingresos públicos serán menores y por lo tanto las partidas para los programas asistencialistas. Eso puede explotar en manos de éste o de cualquier otra opción política que llegue al poder.

Si transformar es destruir sin sustitutos lógicos y sólidos, el trabajo hecho hasta ahora es impecable. Pero los daños que ya se han causado en una economía que todavía hoy es grande, que mantenía un ritmo lento, pero constante, de crecimiento, esos daños tardarán mucho en repararse.

 

                                                                                                                                     @campossuarez