La realidad es que durante su ausencia no hubo ningún tipo de turbulencia financiera derivada de no tener información fidedigna del estado de salud del presidente Andrés Manuel López Obrador.

Y no porque los participantes de los mercados sean insensibles ante su condición, sino por el hecho de que México ha logrado un nivel de madurez y estabilidad financiera que hace que las reacciones sean ante hechos concretos, no ante rumores.

Al final, el Presidente reapareció, primero en sus videos y ayer ya en persona, y fue suficiente con que él dijera que estaba en buen estado para que se cerrara el expediente de su salud en el ánimo de los mercados.

Pero lo que sí generó inquietudes, y fuertes, fue esa iniciativa preferente que el propio Presidente lanzó desde su convalecencia para destruir los avances en materia energética que ha tenido México en el nombre de un regreso al estado monopólico del sector eléctrico nacional.

El sometimiento del futuro energético del país a las ideas preconcebidas y equivocadas del Presidente va a provocar el refuerzo de esa idea, cada vez más extendida, de que México ha dejado de ser ese mercado con madurez, de instituciones sólidas y de respeto a las leyes. Y, por lo tanto, dejar de ser un destino seguro para las inversiones.

La “exposición de motivos” de la 4T para plantear este retroceso plasmado en la iniciativa preferente, corre en el terreno de la ideología y de la información falsa.

La carencia de lógica y hasta de sentido común en los argumentos para bloquear la participación de particulares con energías limpias y baratas, para privilegiar a la vieja empresa quebrada, ineficiente y contaminante, debería ser más que suficiente para que no tuviera ninguna posibilidad de transitar ante un autónomo Poder Legislativo.

Pero la realidad es que la probada sumisión de sus mayorías hará del paso por el Congreso un mero trámite burocrático, y hay temores respecto a la opinión de constitucionalidad que pudiera dar el Poder Judicial en estos tiempos de tanta presión.

El tema energético es complejo, pero los argumentos que esgrime la 4T para dinamitar más la confianza en el país tienen la misma solidez que aquel dicho del presidente López Obrador de que no va a usar cubrebocas, después de haber enfermado de Covid-19, porque ya no contagia a nadie.

Esta total carencia de empatía, de comprensión básica del comportamiento de un virus y hasta de entender que una autoridad moral como la suya es el ejemplo que, todavía, siguen millones de personas, debería ser suficiente para que, a partir del evento de su contagio, cambiara definitivamente su discurso.

Era el momento perfecto para el Presidente de enmendar las malas decisiones que han tomado en materia de control de la pandemia y que tantas miles de muertes le han costado al país. Nadie, ni aliados ni opositores, habrían condenado al Presidente por haber aprendido la importancia de tomar medidas sanitarias tan básicas como el uso de una mascarilla.

Si en lo básico es tan difícil, ni hablar de los temas complejos como el energético. No hay remedio.

 

                                                                                                                                     @campossuarez