Aunque así se quiera hacer parecer, no es debate nuevo eso de si un club representa a un país, como sin duda lo hace a cada Mundial o torneo continental una selección nacional.

Representa a su futbol, a su liga, a su confederación, eso nadie lo podrá refutar, pues finalmente acude en su nombre: así como el Bayern va por Europa y el Palmeiras por Sudamérica, Tigres lo hace por Concacaf.

Que eso obligue a que los aficionados de su país cierren filas en torno a ellos, no, de ninguna manera. Sería impensable imaginar a barcelonistas y atléticos entusiasmados porque el Real Madrid ganó otra Champions, igual como supongo que quien ama a Corinthians ni por asomo se pondrá la casaca de su acérrimo rival, el Palmeiras, en este Mundial de Clubes.

Sin embargo, podemos existir los que, deseosos de ver crecer a nuestro futbol, demos por buena esa representación nacional. Con un historial tan espantoso como el que México ha tenido en el Mundial de clubes, a mí no me interesa cuál cuadro de la Liga Mx logre romper tan mala trayectoria, sino que me basta con que eso suceda –y si es con Tigres, como si hubiese sido con Pachuca, América, Cruz Azul, Monterrey, lo mismo me hubiese dado.

Cuando el América accedió a semifinales de la Copa Libertadores 2000, me recuerdo coreando sus goles contra Boca como nunca pensé que pudiera hacerlo por una institución a la que, como chiva, siempre quise ver perder. Igual que unos meses antes con el Necaxa que ganaba el tercer sitio a Real Madrid en el Mundial de clubes o unos meses después con Cruz Azul que llegaba hasta la final de la Libertadores.

Una forma de sentir el futbol que, discutible o no, habrá quienes compartan en México. Otros dirán, y con sobrada razón, que para izar una bandera nacional está el Mundial de selecciones. De acuerdo, mas todo lo que sirva de indicativo de que el deporte mexicano crece, yo lo celebro.

Ya después si los jugadores de Tigres, en su paranoia y delirio, rechazan esa representación, allá ellos con su estrechez de miras y búsqueda de molinos para pelear. No recuerdo un año atrás a Rayados rechazando con altivez apoyos (atención: apoyar no es colgarse de ellos, es simplemente desear su éxito), como tampoco recuerdo al equipo que me digan.

Incluso traigo a colación las quejas del América en el 2000 (tan absurdas como los actuales clamores de no-representación de Tigres) porque algunos Pumas acudieron al Azteca a apoyar a Boca Juniors en su semifinal. Tan errado para un club refutar la representación nacional como exigirla.

Ojalá que el conjunto felino conceda a la Liga Mx la actuación que por tanto tiempo hemos esperado en esta fatídica competición. No olvidemos que hasta África y Asia han sido subcampeones del certamen, mientras que lo de Concacaf (culpa de México por haber aportado 15 de 16 participantes) ha resultado desastroso.

En el fondo, el dolor de Tigres es por habérsele restregado tan seguido su incapacidad a nivel internacional. En la final de Libertadores de 2015 no pudo ser; hoy vuelve a existir una inmejorable oportunidad para cambiarla.

 

                                                                                                                        Twitter/albertolati

 

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