Cosas de la migración, cuestiones de la diáspora, los tres deportistas más exitosos en la historia de Turquía no nacieron dentro de su territorio.

Sin embargo, entre ellos existe una notable diferencia: que los levantadores de pesas Naim Suleymanoglu (oro en Seúl 88, Barcelona 92 y Atlanta 96) y Halil Mutlu (campeón en Atlanta 96, Sídney 2000 y Atenas 2004) sí darían sus glorias al país de sus ancestros tras ambos nacer en Bulgaria y escapar de la represión a toda seña de cultura turca en ese sitio.

Caso distinto, Mesut Özil brillaría portando el uniforme de la selección alemana de futbol y no con la Turquía de la que se exiliara su abuelo buscando mejores condiciones de desarrollo. “Mi familia y yo siempre seremos turcos”, aseveraba el volante ofensivo cuando en la eliminatoria rumbo a la Euro 2012 anotó precisamente al cuadro otomano y le abucheó la afición en el OlympiaStadion de Berlín (compuesta, por cierto, por miles de descendientes de turcos en Alemania como él).

Como buena parte de los turcogermanos, su primer idioma fue el turco y en su colegio había casi puros chicos de padres turcos. Una interesante encuesta de esa época mostraba algo sintomático: que los equipos más adorados en zonas multiculturales como la que vio criarse a Özil, no eran Bayern Múnich, Hertha de Berlín, Schalke 04 de Gelsenkirchen o Borussia Dortmund. Ante esa pregunta respondían que Fenerbahce, Galatasaray o Besiktas. Similar acaso a lo que contestaría la mayoría de los hijos de mexicanos en Estados Unidos: mucho antes que del Galaxy de Los Ángeles, Chicago Fire, Atlanta United o New York City, son de Chivas o América.

Así que Özil entró en la adolescencia soñando con debutar en la Bundesliga, mas adorando desde miles de kilómetros a su Fenerbahce. Llegado el momento de decidir para qué selección jugar, la carga práctica se impuso a la emotiva. Con Alemania conquistaría la copa del mundo en 2014, elevado a una de las estrellas primordiales de esa Mannschaft.

Pocos lo sabían, pero ese equilibrio era demasiado frágil. En cuanto dejaron de acumularse las victorias, el matrimonio por conveniencia se desplomó. A días del Mundial, Mesut posó con el presidente turco Recep Tayyip Erdogan, quien buscaba su enésima reelección. Desde Alemania se tildó ese acto como apoyo a un personaje ajeno a los ideales democráticos de la patria germana y comenzó el criticismo. El crack alegó racismo y reveló que no era la primera vez que lo padecía. Terminada la aventura mundialista teutona en hecatombe, renunció a volver a vestir ese uniforme y se casó en Turquía… ¡con Erdogan como testigo de bodas!

El joven que había recibido premios como ejemplo máximo de lo que debe ser la integración de los inmigrantes en Alemania, terminó rompiendo con la Vaterland. A los 32 años ha firmado por el Fenerbahce. A diferencia de los otros dos deportistas con quienes comparte Olimpo en Turquía, los halteristas Suleymanoglu y Mutlu, su retorno al origen llega después. Un retorno inviable hasta para Mesur Özil si se le hubiese consultado unos años atrás.

 

                                                                                                                         Twitter/albertolati

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