La herencia más notoria de la administración de Donald Trump, que concluye hoy, es la tremenda división que deja entre la sociedad estadounidense.

Más allá de sus magros logros económicos, revivió el espíritu supremacista blanco que se creía casi extinto en Estados Unidos y que fue derrotado el pasado noviembre gracias a la unión de las minorías y de los medios de comunicación partidarios de la democracia.

Aún así obtuvo poco más de 72 millones de votos; es el candidato presidencial que más votos ha obtenido en una elección.

Pero no le alcanzaron.

Trump demostró que ser famoso y millonario no es sinónimo de inteligencia ni de preparación política.

Se hizo de la presidencia de Estados Unidos gracias a su discurso beligerante en contra de las minorías -acusó, por ejemplo, que a su país solo llegaban mexicanos violadores y ladrones-, a la exaltación de la supremacía blanca, al ataque a los medios convencionales de comunicación.

Su discursó atendió al sector de la sociedad estadounidense que se sintió desplazado y hasta ofendido porque un afroamericano, Barak Obama, había ganado la presidencia y una reelección.

¿Cuán dividida dejó a la sociedad Trump?

Al margen de los votos recibidos -poco más de 72 millones de estadounidenses lo querían mantener en el cargo-, están los hechos, inéditos, ocurridos el 6 de enero, durante la calificación de la elección por parte del Senado.

No fue el líder mundial que se esperaba; bajo su mandato, Estados Unidos dejó de liderar asuntos tan importantes como el cambio climático, el combate a la pandemia, el combate al terrorismo y se dedicó a cultivar sociedades que nada dejaron a su país, como las reuniones con el norcoreano Kim Jong-un.

Su política migratoria fue la del garrote; enjauló a niños y dividió a miles de familias migrantes.

Su muro fue una afrenta para México y Centroamérica, principalmente.

Hoy por fin termina una administración -si se le puede llamar así-, errática, carente de rumbo, basada en las ocurrencias del momento, sin más fin que la exaltación del ego y de una supremacía que ahora Biden tendrá que combatir.

A ver cómo nos va.

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El fiestero dueño del partido Fuerza por México, Pedro Haces, anda que no lo calienta ni el sol debido a que el líder formal del partido de nueva creación, Gerardo Islas, trae un carnaval con los comités estatales.

Los comités de Querétaro, Aguascalientes, Guanajuato y Veracruz, entre otros, padecen las indecisiones de Islas que nomás no atina a poner orden entre las huestes partidistas.

Bueno, tanto así que desde hace días no deja de sonar con insistencia el nombre de Armando Ríos Piter, “El Jaguar’’, para acudir al reemplazo en el momento en el que Pedro Haces lo requiera.

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De verdad no entendemos las cifras del Gobierno respecto a la ocupación hospitalaria por Covid.

Con las cifras que se manejan diario, parecería que el país no lo está pasando nada mal, comparado con otros.

Pero los números de muertos y de contagios, que durante todo enero no ha dejado de incrementarse -ayer hubo 1,584 muertos y 18,894 contagios-, demuestra que estamos en una etapa crítica.

Eso además de los testimonios de los medios “tradicionales’’ y los cientos y cientos de comentarios y peticiones de ayuda que diariamente se pueden leer en las benditas redes sociales.

Ayer se informó por ejemplo, que 8 entidades, entre ellas la CDMX, tienen “más del 70%’’ de ocupación de camas por Covid-19.

Pero “más de 70%’’ pueden ser 90% o 100%.

Lo mismo ocurre con las camas con respirador donde la CDMX, Nuevo León y el estado de México tienen una ocupación de “más del 70%’’.

Pues sí.

LEG