Martha Hilda González Calderón

¿Qué queda después de perder a un hijo amado? Es la pregunta que Gabriel Gromadzyn se hizo después de que Dan, su hijo de 22 años, murió a causa de un cáncer que lo consumió rápidamente. Él y su esposa estuvieron mucho tiempo sumidos en el dolor ante la pérdida y en muchas ocasiones, pensando que nunca podrían reponerse. Un día decidieron hacer a un lado el sufrimiento, ponerse en los zapatos de su hijo y continuar con el trabajo social que hacía en vida. Así se inició la fundación “El Leoncito Dan” que apoya a personas de bajos recursos en Argentina.

¿Habrá alguien que sufrir le sea desconocido? La vida de algunas personas ha sido más difícil que la de otras pero irremediablemente, el dolor ha estado presente en todas. Bien lo dice la psicóloga Lucy Hone, cuando señala que la adversidad no discrimina a nadie, pareciera un componente de la propia vida. Lo que sí cambia es la actitud que se adopte frente a ella, como lo aprendió en carne propia, Víctor Frankl, cuando fue retenido en un campo de concentración.

A simple vista pareciera que la lección de la pandemia es desarrollar un miedo ante la cercanía del otro. El precio que hemos debido pagar al aislarnos, mantenernos encerrados y vivir en la añoranza de las reuniones y celebraciones en compañía de nuestros seres queridos, pareciera muy alto. Pero ha sido la garantía de evitar un contagio o contagiar a otros. Muchos seres queridos han pagado, desafortunadamente con su vida por un pequeño descuido. Millones de familias en todo el mundo sufren los embates de esta terrible enfermedad.

Pero si podemos ver con más detalle, la pandemia nos obliga a desarrollar un sentido de comunidad más cercano, más resiliente: si no nos cuidamos y somos asintomáticos, sin quererlo nos convertimos en el caballo de Troya que llevará al enemigo adentro y potencialmente contagiar a personas que por su edad o su condición física, podrían comprometer su salud por nuestro descuido.

Dicen que los mayas cuando saludaban, decían: “yo soy otro tú”. Este efecto espejo permitía un reconocimiento que fortalecía el vínculo entre los miembros de una comunidad. Siendo todos vistos como partes de un todo, se desarrollaba una corresponsabilidad del cuidado mutuo. Habría que aprender de esa lección.

Sorprendentemente, los niveles de resiliencia en nuestro país son aún muy pobres. De acuerdo al Índice de Resiliencia de Bloomberg, un país como Nueva Zelanda ocupa el primer lugar con un índice del 85.6%, mientras que México ocupa el último lugar con un 35.3%. Muchos países han visto oportunidades, en donde los demás solo han visto confusión.

¡Cuántas historias personales hemos escuchado de quienes ante una pérdida, una situación difícil o un evento inesperado, han sabido adaptarse positivamente frente a la adversidad y con ello desarrollar su capacidad de resiliencia! Sonriendo, aún con el corazón roto.

Lucy Hone señala que las personas resilientes han aprendido tres lecciones: la primera, es aceptar que el sufrimiento es un proceso normal en nuestras vidas. La segunda es decidir sobre qué punto de esa situación que nos provoca estrés, vamos a enfocarnos para superarlo. Si decidimos superar la problemática, en lugar de anclarnos en el dolor. La tercera es asumir la responsabilidad de llevar a cabo aquellas acciones que les pueden ayudar a trascenderlas, dejando atrás aquellas actitudes que les perjudican.

No te des por vencido, ni aún vencido”, pareciera la bandera de hombres y mujeres que ante una situación que les cambió dramáticamente la vida, supieron cómo salir más fortalecidos y lograron extraer la lección que esa experiencia les había dejado.

Tiempo de reflexión pero también de renovación el que nos está tocando vivir. No solamente para ver cómo superamos esta pandemia, sino tener la visión de lo que pudiera venir a futuro por nuestra terrible inconsciencia como depredadores del mundo que nos rodea. Bien lo señala Hubert Reeves: “actualmente el hombre desarrolla una guerra contra la naturaleza. Si la gana, él está perdido”.

¿Vamos a seguir profundizando en una crisis mayor, viviendo como hasta ahora lo hemos hecho? En este tiempo donde nos hacemos nuevas preguntas, seguramente uno de los objetivos que tiene en este momento la Humanidad, es decidir bajo que nuevos parámetros vamos a vivir, si queremos sobrevivir y disminuir el deterioro que nuestros estilos de vida han provocado.

Yuval Noah Harari señala que el mundo está frente a una disyuntiva: por un lado refugiarse en un aislamiento nacionalista para evitar que otros –los refugiados, en países del primer mundo- puedan contaminar a la población residente o dar el paso a la solidaridad global, que permita cambiar dramáticamente, el rumbo que muchos países han trazado.

La agenda de nuestros temas pendientes se amplía día a día y no hemos tomado conciencia de lo que puede pasar si no la resolvemos con seriedad. Esta pandemia es una llamada de atención.

Pareciera que la naturaleza nos está reclamando la falta de respeto hacia nuestro entorno, lo que nos ha llevado a la contaminación de todo lo que nos rodea. Nos está exigiendo que salgamos de nuestros pequeños mundos y observemos a nuestro alrededor para que nos demos cuenta del enorme deterioro que hemos causado.

Si no modificamos nuestras actitudes, quizás esta pandemia pudiera ser la primera de otras que se pudieran desencadenar. Toca a nosotros buscar las respuestas a las preguntas que esta situación ha generado.

La Fundación “Leoncito Dan” se ha vuelto la manera en que Gabriel Gromadzyn, respondió a las preguntas que le hizo la vida a partir de la muerte de su ser amado. Descubrió que en las miradas de los niños y las niñas a quienes su Fundación apoya, reencuentra el brillo de la que tenía su propio hijo.

Como sociedad tenemos una tarea compartida: decidir a qué preguntas vamos a responder y de qué manera vamos a dar testimonio de que hemos aprendido la lección. La solidaridad global pareciera una utópica idea pero es –quizás- nuestra única opción. Si esto pasa, después del embate de esta enfermedad, seguramente estaremos en los albores de un nuevo orden mundial, porque habremos aprendido a ver al mundo de manera resiliente.

                                                                                                              @Martha_Hilda