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Foto: Reuters Un poco más de un millar de migrantes hondureños arribaron este domingo al municipio de Ayutla, luego de que rompieron y burlaron el cinturón de seguridad  

Un poco más de un millar de migrantes hondureños arribaron este domingo al municipio de Ayutla, luego de que rompieron y burlaron el cinturón de seguridad que instaló el gobierno de este país para impedir que avancen a territorio mexicano.

Con signos de insolación, cansancio, hambre, sed y sueño la mayoría de los hondureños descansan en la margen del Río Suchiate, que sirve de división política entre México y Guatemala acompañados de sus hijos, padres, hermanos o amigos.

Otros recorren mercados y comercios para pedir dinero que les permita comprar alimentos, agua o medicinas.

El grueso de este contingente son gente de extrema pobreza que fueron flagelados por los huracanes Eta y Ota que destrozaron sus sueños y pocas posibilidades de contar con alimentos, ya que sus plantaciones fueron arrasadas por las aguas.

Aunado a esta grave situación, los centroamericanos huyen de las temibles pandillas que en los últimos años implementaron el sistema de reclutar a niños de siete años en adelante, para incorporarlos a su organización criminal.

Mientras unos 8 mil migrantes más avanzan en forma hormiga por montañas y caminos de extravío para llegar a la frontera de Guatemala con México para solicitar visas humanitarias o asilo político.

Este domingo a las cinco de la mañana, el Ejército y policía de Guatemala intentaron disolver la caravana y deportar a los hondureños con el argumento que no cuentan con los protocolos de seguridad para evitar el contagio del Covid-19.

 

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