En efecto, no son iguales. O sea, todo indica que sí se parecen, y no poco, en lo que respecta al uso del estatus político para beneficio personal. Digo, ahí están las pruebas, desde las casitas del tándem romanticón de Irma Eréndira Sandoval y John Ackerman (a propósito, nos tienen muy abandonados: ¿para cuándo el nuevo intercambio epistolar, camaradas?); hasta las del lic Bartlett (que además, a punta de apagones, merece ya el título de Príncipe de las, literalmente, Tinieblas); hasta la exoneración del hijo de este último para que pueda hacer más bisnes con el sector público; hasta el caso de Ana Gabriela Guevara; hasta lo del campo de beis para Pío; hasta la multiplicación de nóminas entre los chicos del Canal Once, que además cobran ahí a manos llenas… En eso sí, se parecen bastante, por ejemplo, a los “jóvenes talentos” del sexenio pasado, aunque, de momento, en otra escala. Digo, nadie le compite a un Javidú, a un César Duarte, a un Sandoval. No todavía, al menos, aunque paciencia: La Cuarta va.

Pero hay otras cosas en las que son muy diferentes. La más evidente, en que la corruptela, hoy, lleva aparejada una devastación económica que no habíamos visto en muchas décadas, y tal vez nunca. Es decir, no habíamos visto un gasto tan descarado y tan disparatado en elefantes blancos, y no es que hayan escaseado. Como no habíamos visto una guerra tan abierta contra la inversión. Como no habíamos visto un desastre de gestión siquiera parecida en Pemex, lo que ya tiene mérito. Como no habíamos visto un gasto tan cruel en asistencialismos, a costa del empleo, en plena crisis (de ahí las protestas de los últimos días de los restauranteros). Como, en suma, no habíamos visto una caída tan grande del PIB, ni por lo tanto un crecimiento tan grande de la pobreza, que hasta ahora, en los últimos años, había disminuido aunque fuera de a poquitos.

Como no habíamos visto un desaprovisionamiento tan obsceno del sector Salud, un desaprovisionamiento que se hace más chirriante todavía, sobra decirlo, por el hecho de que estamos en medio de una masacre por la pandemia.

Como, de manera totalmente coherente, no habíamos visto una apuesta tan firme, tan obvia, por la opacidad, y miren que está la competencia del ya legendario Virgilio. 

Y es que el populismo de izquierdas existe, y al populismo de izquierdas, como he dicho antes, no le basta con enriquecer a sus élites: es necesario, para que de veras agarre sabor, joder tanto como sea posible a los demás.

 

                                                                                                            @juliopatan09