Héctor Zagal

Héctor Zagal
(Profesor de la Facultad de Filosofía de la Universidad Panamericana)

La naturaleza tiene ciclos. Pensemos en el día y la noche, las fases de la luna, las mareas, las estaciones, los cultivos de temporada. El confinamiento nos impidió a muchos disfrutar del verano, esa época perfecta para vacacionar en la playa o salir de la ciudad un fin de semana a visitar estados vecinos. Cuando podíamos salir normalemente, podíamos percibir de manera directa el cambio en la humedad del aire, en la frescura de la tarde, en la duración de la luz solar. El clima de casa es muy distinto al clima del exterior. Casi que nos enteramos de los cambios estacionales por los anuncios de ofertas cuando navegamos la red; los anuncios de trajes de baño dan paso a los anuncios de chamarras.

Los seres humanos, seres naturales al fin, también operamos de acuerdo a ciclos. Estamos a merced del tiempo y de sus transformaciones. Así como los árboles mudan sus hojas, a nosotros se nos cae el pelo. De acuerdo con especialistas de la salud, la caída del pelo es natural, obedece a procesos fisiológicos normales y muchas veces coincide con cambios estacionales. La muda de pelo es más notoria en animales, como los perros o gatos, quienes mudan su pelaje alrededor del inicio de la época calurosa. Éste mismo se recupera cuando inicia la época de temperaturas más bajas.

Los cambios climatológicos, como la llegada del invierno, anuncian épocas difíciles. No hay cultivo, en el caso de los humanos, y no hay oportunidad de caza para muchos animales. Es probable que las duras condiciones invernales hayan propiciado el surgimiento de la hibernación en algunos organismos con la finalidad de sobrevivir el frío. Esta facultad adaptativa consiste en la suspensión momentánea de necesidades fisiológicas y de un estado de letargo en que la temperatura del cuerpo y el ritmo cardíaco descienden a tal punto que podría pensarse que el animal está muerto. Los animales que hibernan, como las marmotas, se preparan para la hibernación aumentando su consumo diario de calorías y preparando su lugar de resguardo.

¿Será que el confinamiento es, de alguna manera, un momento de hibernación, de defensa contra peligros exteriores? ¿Recuerdan las semanas previas al quedarnos en casa? Muchos estábamos desesperados organizando las últimas salidas para comprar comida, productos de higiene personal y limpieza del hogar. Algunos seguramente han tenido que contratar nuevos servicios de internet, computadoras o nuevos muebles que hagan más fácil el trabajo desde casa. Quienes no hicieron compras nuevas quizás se habrán dedicado a repensar el espacio y reordenarlo para hacer el confinamiento más llevadero. De alguna manera, todos hemos pasado de la vida exterior a adaptarnos a nuestra madriguera, si se me permite la metáfora.

Los ciclos no se detienen. Pronto llegará un nuevo capítulo, quizás uno que nos permite dejar el letargo y volver a andar el mundo. Tenemos que ser pacientes, estar preparados para lo peor, cuidarnos y esperar que mañana pueda ser un mejor día.

Sapere aude! ¡Atrévete a saber!
@hzagal

LEG

Profesor de la Facultad de Filosofía en la Universidad Panamericana