Luis Miguel Martínez

Dicen los expertos en sistemas políticos y transiciones de poder que cada país tiene sus épocas de esplendor, pero también de largos ocasos o profundos horizontes de incertidumbre y desesperanza.

Lo sucedido el 6 de enero en el Capitolio de los Estados Unidos de América es una muestra clara de estos preceptos. Es quizás la manifestación más contundente de lo que muchos analistas en regímenes políticos ya vaticinaban: el sistema partidista de los norteamericanos ha llegado a su fin y, junto consigo, muchas de sus formas de representación electoral. Para entender más esta reflexión es pertinente repasar los hechos.

Los disturbios estallaron sobre las tres de la tarde (hora local). Unas horas más tarde, el Presidente saliente arengó a centenares de seguidores en los alrededores de la Casa Blanca, donde repitió su denuncia sobre lo que, desde su punto de vista, ha sido un fraude electoral, e incitó a las masas a marchar por la avenida Pensilvania hasta el Capitolio para «darles a nuestros republicanos el tipo de orgullo y audacia que nuestro país necesita de vuelta».

Una declaración temeraria e irresponsable en muchos sentidos, no solamente por el alcance que podría llegar a obtener, sino por las consecuencias de los actos de sus seguidores. Aunado a ello, era el mismo Presidente de aquel país quien no solamente se negaba a reconocer el papel de las instituciones encargadas del conteo de votos en aquel país, sino que arengaba a sus seguidores a desconocer todo el proceso de elección. Un escenario que nadie podría imaginar sucediera en la nación de las barras y la estrellas con un sistema democrático maduro y un conjunto de instituciones igualmente consolidadas. Pero sucedió.

Con los ánimos precalentados desde un día anterior, cuando simpatizantes y grupos de ultraderecha empezaron a concentrarse en las calles de Washington, una nutrida multitud marchó el miércoles 6 de enero hasta el Capitolio, donde varios centenares de personas, de modo violento y con armas, rompieron las barricadas que rodeaban el edificio y se abrieron paso hacia el interior del recinto.

Mientras esto sucedía, el aún presidente Donald Trump, que vía Twitter seguía el asalto de sus partidarios, dejó de azuzarles y pidió contención después de que se produjeran los primeros enfrentamientos con los policías de seguridad. Ya era demasiado tarde. Los agentes intentaron bloquear las puertas de entrada al hemiciclo, pero sin éxito. En pocos minutos, el caos reinaba en las dos cámaras del Congreso Nacional. Los asaltantes armados recorrían las diferentes estancias mientras la Policía evacuaba a los legisladores y el personal del edificio. Aquello parecía una escena extraída de algún pasaje apocalíptico de una película de terror o del fin del mundo.

El vicepresidente, Mike Pence, junto a la presidenta del Congreso, Nancy Pelosi, y otros líderes fueron evacuados a zonas protegidas. Al respecto, es importante mencionar que el Capitolio cuenta con una salida interior por medio de un pequeño tren subterráneo que enlaza con los edificios de oficinas de los legisladores, además de refugios de alta seguridad para una situación de emergencia. Al mismo tiempo, varios senadores y congresistas fueron conducidos a la base militar de Fort McNair.

En esos instantes, uno de los asaltantes, con armas de alto poder, se hizo con el estrado de la Cámara de Representantes mientras declaraba que Donald Trump había ganado las elecciones presidenciales. Hubo disparos aislados y enfrentamientos con los agentes del Capitolio, muchos con las armas en la mano, tratando de contener el empuje de los manifestantes, que ya eran superiores en número. También sucedieron escenas insólitas. Mientras volaban las bombas de humo, los atacantes iban de una estancia a otra tomándose fotos, colgados de los balcones y posando rodeados de gases entre cuadros y piezas de arte históricas. Un cuadro surrealista.

Los momentos más preocupantes sucedieron cuando a mitad de los altercados, una mujer resultó herida al recibir un disparo en el pecho en las inmediaciones del Capitolio, aunque se desconocen las circunstancias en que se produjo la agresión. La víctima falleció poco después. También un policía fue evacuado al hospital con diversas lesiones. Y hasta ahora, ya se hablan de 4 personas fallecidas en total.

Lo que el mensaje de Trump deja claro, para muchos analistas y expertos en Comunicación Política, es el papel de instigador que habría desempeñado en días pasados para entorpecer la actividad del Colegio Electoral e impedir de esta manera, la certificación de Joe Biden como nuevo Presidente del vecino país del norte. Así mismo, destaca la intervención, en medio del asalto, de la senadora Tammy Duckworth, una demócrata de Illinois, que en una reacción rápida pidió al personal de la Cámara retirar las cajas con las papeletas de voto del Colegio Electoral antes de evacuar el lugar. Las papeletas fueron puestas a salvo en espera del reinicio del proceso de certificación. Esta acción pudo haber salvado en estricto sentido, la voluntad de millones de estadounidenses que emitieron su voto en favor de una alternancia en el poder presidencial. Gracias a estas acciones la sesión se reanudo por la madrugada y se lograron desahogar los puntos necesarios para la ratificación de Biden.

Pero más allá de estos dramáticos eventos de tipo coyuntural lo que ha salido a la superficie después de esta hecatombe de cambios políticos ha sido sorprendente. La representatividad del pueblo estadounidense pareciera resquebrajarse y pedir a gritos un cambio sustancial en su modelo electoral para permitir el voto directo en lugar del representativo con el que actualmente cuentan. Otro cambio que se avizora y sería aún más profundo e histórico, es la renovación del modelo partidista que desde el inicio de su sistema de competencia electoral ha prevalecido siendo bipartidista y el que, al parecer, ya no logra ser lo suficientemente representativo para aglutinar las diferentes expresiones políticas de una sociedad como la que tienen en aquella nación.

Aunado a lo anterior, se percibe que las viejas heridas de un pueblo tan profundamente polarizado en su núcleo social y étnico como el norteamericano, no ha logrado cicatrizar sus desencuentros sociales e ideológicos, una muestra de ello fue apreciar en varias tomas que la televisión ofrecía a seguidores del presidente saliente Trump con banderas de la confederación.

Determinar hasta donde llegará la polarización de una ciudadanía como la del vecino país del norte y que efectos ocasionará en la distribución de escaños de poder al interior del congreso americano es materia de análisis para el futuro inmediato.

                                                                                                                 @Drlmma56