Cada ejercicio más insensato que el anterior, la confección de alineaciones históricas o ideales, como la que ahora pretendió France Football, suele terminar de mal manera.

Por principio de cuentas, porque casi todos los nombres imprescindibles actuaron o siguen actuando en posiciones similares. Es decir, en puestos ofensivos, sea de creación, sea de definición. Así que en lo que tendría que ser el premio al mejor futbolista o máximo especialista por demarcación, más bien vemos encimados a nueves y dieces.

Esta vez han sido elegidos Pelé, Maradona, Ronaldo Nazario, Messi y Cristiano Ronaldo, lo que implica una insostenible defensa de tres… y, para colmo, conformada por tres de naturaleza más o menos ofensiva: Franz Beckenbauer, quien empezó jugando al frente y cada año lo fue acercando a su portero; Paolo Maldini, quien antes de instalarse en la central tuvo especial profundidad como lateral; y Cafú, de mayores garantías para lastimar al rival que para proteger su portería.

Luego han sido elegidos dos mediocampistas sumamente brillantes, clarividentes, luminosos, aunque difícilmente coincidamos en que pertenecen a lo mejor de todos los tiempos. Lothar Matthaeus y Xavi. El complemento es el que, ya por no discutir con la mitología, ya por ser el único portero que llegó al Balón de Oro, es visto como el mejor portero de la historia, el excelso Lev Yashin.

Un once ideal que sería como una filarmónica limitándose a juntar solistas. O, como dice el refrán, no es posible cuando hay más mandones que gente a la que mandar. Y eso sin entrar a la controversia por no contar con dos nombres infaltables ayer, hoy y siempre. Johan Cruyff y Alfredo Di Stéfano tienen que estar. ¿En el lugar de Xavi y Matthaeus? ¿Sacrificando a Ronaldo Nazario? Como sea, mas esa doble inclusión haría todavía más carente de sentido práctico este equipo histórico.

Di Stéfano fue el primer futbolista total, con fuelle para ir y venir, con capacidad para hacerlo todo de buena manera, delantero que lo mismo bajaba, apretaba, ordenaba, recuperaba, creaba y, ya después, anotaba. A su vez, y valga la redundancia, Johan Cruyff consiguió llevar a la cancha el llamado futbol total, con su revolucionario esquema, su rotación permanente, su posesión del balón e inmediata recuperación.

El asunto es que si vamos a alinear con calzador a los virtuosos, incluso parándolos lejos del punto de la cancha donde brillaron, pues para qué hacemos un once. Bajo ese entendido, Zidane como lateral por un lado, Garrincha por el otro, Platini de central y así nos la llevamos.

Por ello estos ejercicios a menudo funcionan mal, porque cada jugador es hijo de su época y circunstancia, porque lo que fue no es equiparable ni mínimamente a lo que hoy es, porque en el futbol como en la vida todo cambia, porque en lo que comparamos dejamos de disfrutar.

 

                                                                                                                       Twitter/albertolati

Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de 24 HORAS.