Héctor Zagal

Héctor Zagal
(Profesor de la Facultad de Filosofía de la Universidad Panamericana)

En México, basta poner una botella de tequila y uno cacahuates enchilados para que nadie se levante de la mesa durante horas. El alcohol abre el apetito y embellece el sabor de casi cualquier alimento.

Las viejas cantinas mexicanas servían botanas deliciosas, de las que hablaremos en otra ocasión. En España las bebidas suelen servirse con un alimento para acompañar; son las famosas “tapas” andaluzas y los “pinchos” navarros. Nada como entrar a un bar de Madrid y pedir una caña de cerveza o un chato de tinto para disfrutar del supremo placer de las “tapas”.

Cuenta la leyenda que el médico de la Corte de Castilla le recetó a Alfonso X, el sabio rey medieval, beber vino varias veces al día. (Ojalá supiera de qué se enfermó, para enfermarme de lo mismo). El precavido monarca solía beber el vino acompañándolo con un tentenpié. A don Alfonso le pareció que aquello funcionaba muy bien y, para reducir las borracheras de los castellanos, ordenó que en todos los mesones del reino sirvieran el vino con algo de comida. De ahí que en muchos barecillos de España te sirvan la bebida junto con un par de aceitunas, un trocito de tortilla de patatas o algunas almendras, como cortesía de la casa.

Otra leyenda sitúa el origen de las tapas en el siglo XX. El rey Alfonso XIII viajaba hacia Cádiz. A diferencia de Alfonso X, Alfonso XIII era conocido por su afición al chupirul y aprovechaba el menor pretexto para echarse un trago. El camino era terroso y el rey se detuvo a descansar en el Ventorrillo del Chato, venta aún existente. Ahí pidió una copa de Jerez. Como había mucho polvo, el tabernero tapó la copa con una rebanada de jamón. El Rey quedó encantado y pidió otro Jerez “con tapa de jamón”. Seguramente la leyenda es falsa, pues ya Cervantes en el Quijote habla de estos tentepiés como “llamativos”. El Lazarillo de Tormes también da fe de la costumbre tabernera de acompañar el vino con un trozo de pan o jamón.

En cualquier caso, imitemos a Alfonso X y échemonos nuestros traguitos acompañados de un poco de comida. No les vaya a pasar como a aquel borrachito al quien le presentaron a unos gemelos. Los hermanos le dijeron en son de broma: “no vaya usted a vernos doble, lo que pasa es que somos gemelos”. El borrachín respondió: “¿Los 4?”.

@hzagal

Profesor de la Facultad de Filosofía en la Universidad Panamericana