Alonso Tamez

Entre 1950 y 1954, Joseph McCarthy, senador por el estado de Wisconsin, dominó la escena política estadounidense gracias a su ferviente anticomunismo. En febrero de 1950, el republicano, quien llevaba tres años sin brillo en el Senado, decidió dar un discurso incendiario en un evento partidista en Virginia del Oeste.

Según McCarthy, tenía en su posesión una supuesta “lista” de 57 funcionarios del Departamento de Estado que, o eran agentes comunistas encubiertos, o bien, fungían como habilitadores de intereses soviéticos y chinos en Estados Unidos.

Nadie en los círculos republicanos o demócratas había visto la “lista”. Pero la verdad pasó a segundo plano. McCarthy se volvió famoso en cuestión de días y pasó a ser la cara más importante del anticomunismo norteamericano, sin haber mostrado una sola prueba de sus dichos.

Cobardemente, el Partido Republicano no criticó las calumnias de McCarthy porque 1) iban dirigidas contra el gobierno del presidente demócrata Harry S. Truman; y 2) porque reconocieron que la agenda anticomunista era cada vez más popular.

Para marzo de 1950, el 50% de los estadounidenses estaba de acuerdo en que el Departamento de Estado estaba infiltrado por comunistas (White, 1997: 11), tal y como había dicho McCarthy.

Y para junio de 1950, el 45% pensaba que McCarthy estaba “ansioso por librarse de los comunistas y tiene razón”, y el 16% consideraba que “debe haber algo de verdad en sus acusaciones”. Solo el 31% pensaba que el senador era un oportunista mentiroso “que intenta reelegirse” (White, 1997: 11) como legislador.

El silencio republicano duró meses. McCarthy era el mayor exponente de la lucha contra el comunismo, y sus críticos internos temían ser tachados de “antiamericanismo” si lo cuestionaban en público. Por intereses electorales, los republicanos renunciaron al mínimo de verdad y decencia que requiere la política democrática.

La excepción fue la senadora republicana Margaret Chase Smith de Maine quien, en junio de 1950, hizo una valiente “Declaración de conciencia” denunciando las tácticas de difamación de su compañero de partido.

En su discurso en el Senado, Chase dijo que los Estados Unidos necesitaba “urgentemente una victoria republicana (en las intermedias de noviembre de 1950)”, pero que no quería “ver al Partido Republicano cabalgando hacia la victoria sobre los Cuatro Jinetes de la Calumnia: Miedo, Ignorancia, Intolerancia y Deshonra”. Su crítica a McCarthy solamente fue apoyada por otros seis republicanos.

No obstante, en las etapas tempranas del macartismo, Chase fue la única senadora, republicana o demócrata, lo suficientemente valiente para denunciar la falta de honestidad y compromiso con la democracia de McCarthy.

Chase le recordó a sus colegas que, en la política y en la vida, la verdad y la decencia importaban. Sea en 1950 o en 2020, enfrentar las mentiras desde el poder es la mejor y más vieja forma de patriotismo.

@AlonsoTamez