Dr. Héctor Zagal

(Profesor de la Facultad de Filosofía de la Universidad Panamericana)

¿Qué es una perversión? La RAE define la perversión como “la acción y efecto de viciar con malas doctrinas o ejemplos las costumbres, la fe o el gusto”. La perversión es un vicio, es decir, un hábito reprobable, contrario a lo debido. Así, la perversión tendría una connotación moral. Para evitar malentendidos, es preferible usar el término parafilia, como lo hacen manuales de diagnóstico y estadística de trastornos mentales. Las parafilias, por lo general, suponen un estado patológico en el que la persona no puede disfrutar del acto sexual si no está presente un objeto determinado o si el contexto no cubre algunas condiciones.

Les comparto la historia del nombre de algunas de las parafilias más famosas.

El sadismo refiere al gozo experimentado al humillar y violentar a una persona. El término nos remite al Marqués de Sade (1740-1814), quien en su obra “120 días de Sodoma” retrata cientos de maneras para obtener placer a través de la tortura, la humillación y el dolor. Pero no sólo sus escritos popularizaron el término, pues el propio Sade protagonizó varios escándalos sexuales en los que se le acusó de haber flagelado e intentado envenenar a algunas de las prostitutas que contrataba. Les confieso que, por renombrado que sea, nunca me ha simpatizado el Marqués de Sade ni su obra.

La contraparte del sadismo es el masoquismo. Su gozo sexual proviene de ser objeto de tortura, violencia y humillación. Un amigo mío siempre cuenta un chiste que retrata bien esta relación: un masoquista le dice a un sadista “Golpéame, por favor”, a lo que el sadista responde “No”. ¡Qué más tortura que esa! El origen del término o encontramos en el nombre del escritor austríaco Leopold von Sacher-Masoch (1836-1895), autor de la novela “La Venus de las pieles”. Esta novela es el opuesto de “50 Sombras de Grey”, pues aquí el protagonista, Severin, no busca a quién humillar y torturar, sino a alguien que lo trate como un esclavo y le inflija toda clase de dolores. Wanda, el objeto de afecto de Severin, firma un contrato donde acepta dominarlo. Llama la atención ciertos detalles fetichistas como la vestimenta de cuero o piel y la firma del contrato de sumisión. La relación toca su fin cuando Wanda encuentra a un hombre por el que quiere dejarse dominar.

¿Conocían estas historia? Al final, sin embargo, creo que nunca debemos perder dos puntos en el ejercicio de la sexualidad, en primer lugar, el respeto a la dignidad de la persona y a los derechos humanos; y en segundo, la dimensión amorosa de la sexualidad. ¿No les parece?

Sapere aude! ¡Atrévete a saber!

@hzagal

Profesor de la Facultad de Filosofía en la Universidad Panamericana