¿Estaremos viendo una historia aparentemente sin final feliz de la familia Alemán con la aerolínea Interjet?

No podría ser de otra forma cuando desde sus inicios la planeación del negocio tuvo sus claro oscuros.

En 2013 Interjet adquirió a través de una empresa de ellos mismos –Interjet Airlines– toda una flota de aviones de la armadora italo-rusa Sukhoi International. La empresa basada en Irlanda, sólo fungió como un intermediario crediticio, comprando a un sobreprecio del rango de mercado, permitiendo la salida de capitales del país.

El caos surgió cuando la falta de refacciones y mantenimiento dejó estacionados a la mayoría de los 22 aviones. Aunado a esto, la empresa IPS o Impulsora Promotora de Servicios, también de ellos, vendía a un precio más alto el combustible de las aeronaves.

En noviembre de 2018 se anunció que buscaría lanzar una oferta pública de acciones en la Bolsa Mexicana de Valores, buscando obtener el capital que le permitiera expandirse. Sin embargo, la operación entró en crisis y para 2019 no tuvo otra que recurrir al financiamiento. Bancomext le prestó en abril del año pasado 150 millones de dólares e Inbursa otros 20 millones, y aunque esto contuvo la emergencia, no sirvió para cumplir con sus obligaciones fiscales. Hoy Interjet le debe dinero a todo mundo.

A la fecha, tiene un adeudo estimado en los 5 mil millones de pesos por concepto de impuestos al SAT, al Instituto Nacional de Migración (INM) y de Servicios a la Navegación en el Espacio Aéreo Mexicano (SENEAM), así como un adeudo de combustible por poco más de 1,000 millones de pesos a Aeropuertos y Servicios Auxiliares (ASA), entre otros.

Pero, ¿cuál es su futuro?. Se dice que dadas las condiciones, la empresa hoy no vale nada y ni siquiera el Gobierno quiere quedarse con ella pues es un manojo de problemas y de deudas, al grado que la semana pasada Interjet canceló vuelos por falta de combustible y no obtendrá la capitalización esperada de $150 millones de dólares.

Alimentos, palanca para la recuperación económica del país

A raíz de la pandemia, tanto en México, como en el mercado global, la Industria de Alimentos aumentó significativamente y expertos en la materia esperan que este crecimiento se extienda, por lo menos, para el periodo entre 2020 y 2026, lo cual es bastante positivo, ya que el sector alimentario emplea a más del 4% de los trabajadores de la economía del país.

Parte fundamental de este boom en el mercado fue por la creciente adopción de estrategias por parte de los actores clave, como la implementación de acciones que impulsen las ventas en línea o el apoyo de las delivery apps.

Desde luego que las cadenas de autoservicios como Walmart, Soriana y Chedraui, fueron las más favorecidas, toda vez que el hecho de que las personas estemos más tiempo en casa, involucra consumir mayor número de insumos para preparar en los hogares y, por ello, este canal muestra un mejor desempeño.

De hecho, la Secretaría de Economía, de Graciela Márquez, estima un aumento en el consumo de alimentos de alrededor de 7.4% para este año, y aquí evidentemente levantan la mano firmas de la talla de Gruma, Grupo Bimbo, Lala, Maseca, SuKarne, Nestlé, Danone, Unilever, Kellogg, Heinz y PepsiCo, por decir algunas.

Todo depende de cómo han enfrentado las oportunidades que genera cualquier crisis de cualquier índole, como las cadenas que han recurrido a las dark kitchen, para maquilar para otros restaurantes o puntos de venta de estas mismas cadenas sin servir directamente a comensales.

O empresas como El Sardinero, de Jorge Carlos Fernández Francés, que desde que comenzó la emergencia del Covid-19, se alineó a las estrategias del Gobierno federal para garantizar la inocuidad de la comida que entrega a instituciones clave como hospitales, centros de salud, clínicas, comedores industriales y penitenciarias, teniendo alianzas activas con las principales productoras de alimentos.

                                                                                                                  @1ahuerta