Las primeras preocupaciones que la pandemia trajo consigo se enfocaron en salvar el mayor número de vidas y en paliar los efectos económicos del confinamiento en la economía. Pero su ascenso vertiginoso, en conjunción con la velocidad que caracteriza el ritmo de vida en la actualidad, mostró rápidamente que sus implicaciones estarían presentes en todas las esferas de la vida pública, incluidos los asuntos políticos a través de los cuales se organizan las sociedades de cada país, posicionándose en el centro del debate qué pasaría con los comicios con los que la ciudadanía deposita la soberanía en representantes popularmente electos.

Al momento de escribir esta participación, aún no se define quién será el próximo presidente de los Estados Unidos de América, país que se vio forzado a llevar a cabo el proceso de elecciones presidenciales en medio de la emergencia sanitaria. Para lograrlo, las autoridades electorales incentivaron la votación anticipada, por ello, el pasado 3 de noviembre, cuando las casillas presenciales abrieron para que las y los ciudadanos emitieran su voto, ya se habían emitido 96.5 millones de sufragios a través del servicio postal, cifra que representa 70% de la totalidad de votos contabilizados en las elecciones de 2016.

 

Independientemente del resultado final, la elección en Estados Unidos nos muestra la importancia de aceptar que ideas, costumbres y principios tan arraigados como la democracia misma tendrán que evolucionar, como parte de la nueva normalidad a la que el mundo se tendrá que adaptar. 

 

La pandemia ha sido el acicate que ha forzado a entender y a plantear soluciones que anteriormente habían sido consideradas como imposibles; desde el trabajo a distancia, hasta la manera como las personas eligen a sus representantes populares, pues el rígido molde en el cual se encontraba concebida la implementación de la democracia ha sido puesto en tela de juicio por la elección presidencial estadounidense, la cual espera rebasar la participación histórica que se presentó en los comicios presidenciales de ese país en 2008. 

 

Una segunda enseñanza es la importancia de generar confianza ciudadana en nuevas instituciones y procesos. La cercanía en número de votos entre los dos candidatos presidenciales en Estados Unidos muestra la importancia de contar con instituciones sólidas, capaces de disminuir la incertidumbre y hacer que la democracia avance hacia una nueva etapa. 

 

Por supuesto que, como parte de la vida política característica de cualquier país, el escrutinio de una elección, especialmente una tan cerrada como ésta, debe ser un pilar fundamental en el proceso democrático, pero esto no es excluyente, sino complementario de la necesidad de fortalecer las instituciones a través de la transparencia y la capacidad operativa. 

 

Es necesario esperar los resultados oficiales de la elección presidencial en Estados Unidos, pero lo que ya está claro es que se trata de un proceso histórico por la forma como fue llevado a cabo. En un mundo donde aún no se cuenta con una vacuna que brinde certeza sobre cuándo finalizará la pandemia actual, es importante extraer las lecciones del caso de la Unión Americana para aprender de las fallas que se cometieron, pero también para aceptar que la nueva normalidad cambiará órdenes preestablecidos que en el pasado se pensó que difícilmente podrían ser modificados. 

 

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