Héctor Zagal
 

Héctor Zagal
(Profesor de la Facultad de Filosofía de la Universidad Panamericana)

Hoy el Día Mundial del Sándwich. Los emparedados son de los alimentos más famosos debido a su practicidad y a la inmensa variedad de posibilidades para su preparación. Podemos rellenarlos de jamón, queso y jitomate, con un poco de mostaza y mayonesa en cada rebanada de pan.

Podemos agregarle unos chiles en vinagre o unos chipotles. En lugar de jamón podemos usar atún o huevo. O podemos asar unas calabazas, berenjenas o zanahorias para prepararnos un emparedado vegetariano. ¿Lo prefieren frío o caliente? ¿Gratinado? ¿Con pan integral o blanco? ¿Le agregan aguacate? Y esto si hablamos de emparedados salados, pero podemos prepararlos dulces: con mermelada, con mantequilla y azúcar, con plátanos, con mantequilla de cacahuate o crema de avellana.

En fin, el emparedado es un platillo abierto y dispuesto a reinventarse una y otra vez. La única constante son dos rebanadas de pan; el resto lo dejamos en manos del hambre y la imaginación.

Probablemente la palabra emparedado nos suene extraña pues, aunque signifiquen lo mismo, “sándwich” es una palabra mucho más popular. Así como el contenido del sándwich puede variar, también su precio. Sin embargo, esto no borra su origen noble. Cuenta la leyenda que en el siglo XVIII, el IV conde de Sándwich, el inglés John Montagu (1718-1792), se dio un descanso de sus labores diplomáticas en Aquisgrán y se hundió en una partida de cartas. Dicen que Montagu podía pasar horas sin despegar su atención de las cartas. Tal era su afición que ni para comer dejaba su silla.

Sin embargo, el hambre puedo más esa tarde y pidió que le sirvieran un poco de carne entre panes para poder seguir jugando sin ensuciarse las manos ni engrasar las cartas. Allí nacería el sándwich. Es difícil corroborar la veracidad de este episodio, pero lo que es cierto es que esa no fue la primera ocasión en que se preparó un bocadillo entre dos piezas de pan. Probablemente los egipcios y romanos ya tenían por costumbre consumir algún fiambre o alguna mezcla de legumbres entre panes.

La anécdota del IV conde de Sándwich es un ejemplo de cómo la comida evoluciona según las necesidades e intereses de quien la consume. ¿Cómo satisfacer el hambre sin detener mi juego de cartas? Un interés no muy distinto al que motivó las cadenas de comida rápida y de ‘drive-thru’.

La invención del automóvil revolucionó el diseño de las ciudades y de sus restaurantes. Las distancias se acortan gracias a la velocidad del automóvil, pero ello no disminuyó el trabajo. Y no sólo eso, sino que se creó un nuevo espacio: el traslado en hora pico.

El aumento del tráfico dilata el tiempo que estamos en el auto y, por tanto, acorta el tiempo que podíamos dedicar a cocinar una vez que lleguemos a casa. Es más fácil pasar por algo ya preparado sin ni siquiera tener que estacionarse. ¿Se han dado cuenta que gran parte del encanto de la comida rápida es que no se necesitan cubiertos para consumirla? Basta con una servilleta o algún trozo de papel para sostener la comida. Al terminar tampoco es necesario lavar trastes, simplemente tiramos a la basura el empaque. El tiempo ahorrado podemos dedicarlo, quienes no gozamos de las bondades de una vida de conde, a trabajar más.
Sapere aude! ¡Atrévete a saber!
@hzagal

LEG

Profesor de la Facultad de Filosofía en la Universidad Panamericana