Las formas han quedado bien guardadas en algún cajón de la Cancillería. En días recientes se ha recrudecido la disputa que la embajadora de México en Estados Unidos, Martha Bárcena, junto con su marido, el embajador en retiro Agustín Gutiérrez, sostiene con sus superiores inmediatos dentro de esa dependencia. El tono ha alcanzado uno de sus más altos decibeles.

Las razones de este alejamiento han sido documentadas en diversas notas. Forman parte de las conversaciones de pasillo dentro y fuera de la Cancillería. Con una amplia trayectoria en el Servicio Exterior, la embajadora Bárcena se habría promovido, con la ayuda del parentesco que une a su marido con la esposa del presidente López Obrador, Beatriz Gutiérrez, como posible titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores antes del arranque de esta administración.

Al no verse cumplida su aspiración y pese haber sido promovida a la representación más relevante que México pueda tener en el exterior, la embajadora habría iniciado una guerra de guerrillas en contra del Canciller Marcelo Ebrard.

En círculos diplomáticos se advierte que la embajadora se maneja sola, no informa a su superior sobre las gestiones que realiza, en particular en México a los más altos niveles políticos, y no deja de expresar comentarios negativos en contra del Canciller.

En paralelo, el embajador Agustín Gutiérrez, escudado en una supuesta independencia que le daría su calidad de columnista, no ha dejado de enviar torpedos al jefe de su esposa. Desde críticas por la visita del presidente López Obrador a Washington hasta un apoyo abierto a Porfirio Muñoz Ledo en sus aspiraciones por dirigir Morena, quien se ubica como enemigo de Ebrard.

El pasado 17 de septiembre, en su espacio semanal de Milenio, Gutiérrez publicó una columna intitulada Muñoz Ledo o la traición. Sin mencionarlo, el texto estaba dedicado a Ebrard. “Sería gravísimo para México que la epopeya democrática del pueblo de México sea secuestrada por un grupo de hábiles pero siniestros personajes… Son lobos con piel de cordero, decididos a cooptar al partido con costosas campañas mediáticas”, sostuvo.

No debería sorprender que un articulista exprese sus opiniones. Es parte de lo que, ahora más que nunca, se defiende. El problema está en que el editorialista cuenta con pasaporte diplomático mexicano, está acreditado ante el Departamento de Estado, goza de inmunidad en EU y vive en la lujosa residencia oficial que se paga con recursos públicos. Difícil aceptar el argumento de la autonomía.

Antenoche, el portal La Política Online publicó una nota en la que atribuye a Bárcena la campaña que ubica al Canciller como el futuro Secretario de Seguridad Ciudadana para, de esta forma, aspirar al piso 22 de la SRE. La embajadora rechazó la autoría de los rumores y culpó abiertamente al círculo cercano de Ebrard de sembrar esta hipótesis.

Este y otros episodios han marcado la gestión de Bárcena en Washington. Sorprendente en una diplomática destacada, brillante, culta y con sólida preparación, que, por las buenas, podría escalar aún más en su carrera. Como van las cosas, dicho escenario se antoja complejo.

Segundo tercio. Mal mensaje para EU el tener a una embajadora de México que haya roto los puentes con su superior. Le resta credibilidad al país y a las gestiones que ella misma pueda realizar.

Tercer tercio. Los diplomáticos pueden traicionar todo, menos sus emociones, decía el escritor francés Víctor Hugo.

                                                                                                                                   @EdelRio70