Por años han invertido tiempo y recursos para ocultar y tratar de cambiar la historia de cómo es que Napito llegó, sin ser minero y sin mérito alguno, a ocupar la Secretaría General del Sindicato Minero.

Muchos lo vimos, fue un inicio atropellado y, como era de esperarse, lleno de irregularidades. Napoleón Gómez Sada tenía casi cuatro décadas al frente del Sindicato Minero. Al rebasar los 80 años empezó a enfermar y decidió entonces imponer sin el aval de nadie a su hijo Napoleón Gómez Urrutia, a Napito, como secretario general “suplente”.

Con su padre enfermo, Napito se hizo presente en la organización. Nadie lo conocía, sólo se sabía que era un señor vanidoso, de manos delicadas, y que nada sabía de minería, ni de la vida obrera.

Se nos dijo que Napito era el sucesor, aun cuando existían compañeros que llevaban años en espera de contender por la dirigencia, pero eso nunca importó, el control de los Urrutia era total, a los “quejosos” se les castigó y a algunos otros se les expulsó.

No sólo se trató de un acto autoritario o de nepotismo y que más de uno intentamos frenar, sino que también era violatorio de los estatutos del Sindicato y por consecuencia ausente de legalidad.

Para ocupar la suplencia se debía trabajar en el sector o bien tener un cargo sindical con antigüedad mínima de cinco años, descaradamente Napito no tenía ni uno, ni otro. No existe un solo registro ni en el Seguro Social ni en el Infonavit que lo avale como minero.

En pocas palabras, ocupó la suplencia actuando de mala fe, valiéndole uno de los activos más importantes de la organización sindical: los estatutos.

Él no sabía nada de minería, pero sí de transas. Napito ordenó inventar un documento para constatar que ocupaba un cargo sindical desde 1994 en la sección 120 de La Ciénega en Durango. El documento que lo llevaría a la silla en medio de irregularidades fue presentado a la Secretaría del Trabajo, insisto, sin contar con un solo papel oficial que lo avalara.

En La Ciénaga se cometieron grandes irregularidades, puedo dar cuenta que, a mí, Napoleón me exigió entregarle a como diera lugar la renuncia del compañero electo para acudir a la Convención Minera.

Tras la baja obligada por el hijo del Dirigente Nacional, Napito ordenó se hiciera una asamblea en esa sección, prácticamente a puerta cerrada, únicamente contó con 17 votos y con ello se autoeligió para representar a los trabajadores en dicha Convención y así enfilarse a la Secretaría General.

La imposición era ilegal, pero todo fue para poder heredar la silla en vida y asegurar la permanencia y control de lo que se había convertido en un negocio familiar.

Inmediato a la muerte de su padre, organizó la Convención Nacional Minera, y a partir de ese momento un desconocido que no es minero ocuparía la Secretaría General.

Napito empezó a pedir ayuda incluso adentro de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, en específico a un subsecretario, quien en un primer momento le otorgó por más absurdo que parezca la Toma de Nota. Posteriormente, Javier Lozano le negó esta misma al constatar que no cumplía con los requisitos. El caso llegó a la Suprema Corte de Justicia y ahí una vez más fue ayudado por el mismo personaje y la Toma de Nota le fue regresada.

En una próxima entrega, más de las imposiciones de Napito y de su tráfico de influencias desde el Sindicato y ahora desde la curul de Morena.

 

                                                                                                                                             @CarlosPavonC