México entero recordó ayer a El Príncipe de la Canción a un año de su partida, cosas buenas y malas, porque gozó de la fama y después vivió el peor infierno provocado por su adicción al alcohol. Su legado musical es lo que permanecerá en el corazón de los mexicanos.

José José era un hombre sencillo y muy humano, se quitaba lo puesto para regalarlo, antes de un show siempre pedía su bendición, una de las cosas que más odiaba era la impuntualidad; tenía muy pocos desplantes, a veces cuando tomaba era intolerante, pero al día siguiente no recordaba las cosas.

Se presentó muchas veces en un centro nocturno llamado El Patio y siempre firmaba autógrafos a todos sus fans, así se tardara tres horas y normalmente terminaba hasta las seis de la mañana.

El cantante disfrutaba la comida, así que no tenía un platillo favorito porque igual comía un pozole que unos tacos, cuando llegaba a su casa, Anel le preparaba comida especial para cuidar su figura.

José José estuvo cinco años sobrio y triunfó en México y Sudamérica, pero cuando empezaron sus problemas con su esposa Anel y con la deuda de impuestos, regresó a la bebida; le gustaba el whisky y el cognac, le decía el chiviriviviri cuando quería tomar y el problema es que una vez que empezaba, no paraba.

Anel no permitía que sus hijos le vieran en mal estado y pedía que antes de ir a casa se fuera una noche a un hotel para recuperarse.

Tenía muchos amigos del medio como El Pirulí, Gualberto Castro, Oscar El Hueso, Julio Cesar Chávez y Ricardo Rocha, pero algunos le insistían mucho para que siguiera la fiesta y no respetaban que era alcohólico y le ofrecían el chiviriviviri.

José José viajaba con tres maletines que les llamaba: la oficina (donde traía papeles y contratos) el consultorio (donde traía sus medicinas) y el pellejo (que era la maletita del dinero).

El final de su vida fue un viacrucis, José José murió aislado y sin sus hijos, con mala atención médica y en medio de una muerte inexplicable, además, un velorio muy extraño. Después la tortuosa entrega de la mitad de las cenizas para que la familia Sosa Noreña pudiera despedirlo dignamente en su país.

Anel confiesa que fue el amor de su vida y está lista para reunirse con él, vivió a su lado la época de mayor esplendor, José Joel y Marysol recuerdan una infancia feliz, llena de regalos y buenos momentos y no descansarán hasta saber qué hizo su hermana Sara Sosa con su padre durante su estancia en Miami, procedieron legalmente y las demandas están en curso.

Hay más…, pero hasta ahí les cuento.

                                                                                                                                            @anamaalvarado