El presidente de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, prestó juramento para un nuevo mandato el miércoles en una toma de posesión que ha sido denunciada como ilegítima por la oposición, que sigue pidiendo más protestas contra el régimen del mandatario luego de 26 años en el poder. La repentina ceremonia, que normalmente se anunciaría con antelación como una ocasión importante para el Estado, se produjo tras unas polémicas elecciones el 9 de agosto en las que Lukashenko se adjudicó una victoria aplastante.

La oposición lo acusa de fraude electoral generalizado y ha organizado más de seis semanas de protestas multitudinarias exigiendo su renuncia. Estados Unidos y la Unión Europea están elaborando sanciones contra las autoridades que participaron en las elecciones y en la posterior represión.

Según la agencia oficial de noticias Belta, Lukashenko colocó su mano derecha sobre una copia de la constitución y prestó juramento en una ceremonia a la que asistieron varios cientos de personas.

Había rumores en Minsk que indicaban que el líder de 66 años, en el poder desde 1994, se preparaba para una rápida ceremonia de inauguración cuando una caravana de vehículos pasó por el centro de la capital a primera hora del miércoles.

Un político de la oposición, Pavel Latushko, dijo que la investidura era como una “reunión de ladrones” secreta.

“¿Dónde están los jubilosos ciudadanos? ¿Dónde está el cuerpo diplomático?”, publicó en las redes sociales. “Es obvio que Alexander Lukashenko es exclusivamente el presidente de la OMÓN (el nombre dado a la policía antidisturbios) y de un puñado de funcionarios mentirosos”.

Latushko pidió “una acción indefinida de desobediencia civil”.

Lukashenko, al prestar juramento para un nuevo mandato de cinco años, prometió “servir fielmente al pueblo de la República de Bielorrusia, respetar y proteger los derechos y libertades de la persona y del ciudadano” y defender la constitución.

Hasta ahora, el mandatario ha aguantado las protestas con el apoyo de su aliado, el presidente ruso, Vladimir Putin.

A pesar de que se trata de un país con una población de sólo 9,5 millones de habitantes, a Rusia le importa su vecina Bielorrusia como Estado tapón frente a la OTAN y como conducto para las exportaciones rusas de petróleo y gas hacia Moscú.

En una cumbre celebrada la semana pasada, Putin concedió a Lukashenko un préstamo de mil 500 millones de dólares, y los dos países están realizando ejercicios de defensa basados en la “Hermandad Eslava” en Bielorrusia.

 

ica