Cuando en dos años de gobierno no hay resultados positivos, se recurre al populismo y a la demagogia.

La semana pasada los mexicanos fuimos testigos de uno de los mayores espectáculos creados desde la Presidencia de la República: la rifa del avión que no se rifó.

Desde febrero y al no tener un comprador para el avión presidencial que costó 218 millones de dólares, el presidente López Obrador anunció que lo sortearía.

Todo empezó mal, ya que no puedes vender ni rifar algo que no es tuyo. Ante ello, aclaró que el avión no se entregaría y en su lugar, los ganadores del sorteo recibirían 20 millones de pesos cada uno y habría 100 premios en total, lo que cubriría el costo del avión.

El destino del dinero recaudado con la venta de los boletos sería para equipar hospitales.

Sin embargo, el Presidente no contó con la austeridad en la que vive el pueblo bueno, para quien gastar 500 pesos en un boleto de lotería, representa una afectación en su economía familiar.

De esa manera y, ante el bajo ritmo de venta, López Obrador decidió comprar cerca de un millón de billetes, para repartir entre las unidades médicas, es decir, que enmedio de la pandemia y crisis de Covid-19, prefirió gastar 500 millones de pesos en billetes de lotería en lugar de adjudicarlos de forma directa a los hospitales.

Sin olvidar que 75 empresarios ofrecieron su apoyo “voluntario” para adquirir mil 500 millones de pesos en cachitos de lotería.

El 15 de septiembre se llevó a cabo el tan anunciado sorteo, y el presidente lo calificó de todo un éxito, es más ya está pensando en nuevas rifas.

Queda claro que no es con ocurrencias como se gobierna un país en el que los homicidios dolosos y los feminicidios van al alza; las muertes por Covid superan las 73 mil personas y, tiene la peor crisis económica de los últimos 70 años.