En el futbol, como en la vida, es curioso que lo que se busca más afanosamente se encuentre arrumbado en algún rincón de la propia casa.

A unas horas de arrancar este torneo, los Pumas se toparon con que su director técnico se escapaba. Más allá de los eufemismos y pretextos utilizados en su despedida (que si la complejidad de la pandemia, que si motivos personales o familiares), la realidad es que el español Míchel González desistía por no encontrar en su plantel las condiciones requeridas para efectuar un trabajo más o menos sensato. La afición universitaria se temió lo peor. Un plantel que lucía insuficiente para competir, un presupuesto raquítico, la adquisición de un portero connotado pero muy veterano, tan ajeno a la tradición juvenil de la entidad.

Hasta el bomberazo de Andrés Lillini fue discutido. Para unos, por no hallar legitimidad como director técnico en ese personaje de currículum limitado a la generación de talentos. Para otros, por tapar el hueco dejado por Míchel abriendo otro boquete en fuerzas básicas. Para algunos más, por no recurrir a algún nombre más conocido, para no ir muy lejos, Israel López, quien fuera asistente de Míchel y así continuó con Lillini.

Ni el puma más optimista habría podido pronosticar lo que sucedería al cabo de un par de meses: el mejor equipo del campeonato ha sido, sin discusión, ese desprovisto de entrenador a dos días de su debut. Con un gran balance entre producción ofensiva y solidez defensiva, invicto al cabo de diez partidos, con personalidad para enfrentar lo mismo a débiles que a poderosos, la mejor noticia es otra: que Pumas vuelve a jugar como tiene que jugar Pumas. Dinámico, irreverente, fresco, aguerrido, con una gran base de canteranos a quienes Lillini conoce mejor que nadie gracias a su trabajo en esas divisiones inferiores.

¿Es necesario que el director de fuerzas básicas llegue a comandar el primer equipo para aprovechar lo que se genera? Tal parece que sí. En un mundo ideal, donde la norma sea una comunicación eficaz, cada quien tendría que aportar conocimiento desde su trinchera. Cuando la crisis aprieta, cuando los fichajes no pueden ser tan caros, más imprescindible resulta que DT y director de cantera sean aliados. De nada sirve pulir diamantes si el primer entrenador no los conoce o no confía en ellos. De nada sirve que el estratega en primera división los debute si no sabe cómo utilizarlos o qué esperar de ellos.

Más allá de si Pumas mantiene su espléndida racha y hasta entra a la liguilla como candidato, Lillini ha puesto el ejemplo. Los Pumas, en su más imperiosa urgencia, hallaron en él la solución. Parece raro pero no lo es tanto: la mejor manera de que un colectivo se apegue a su esencia es resolviendo con lo que existe en la cuna.

Sin importar en qué posición termine el certamen, la UNAM ya fue uno de los mayores ganadores en este torneo. Recuperarse a sí mismo bien vale por un campeonato.

 

Twitter/albertolati

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