Ante esa franja costera de South Beach tan llena de multitudes encimadas, imposible pensar en lo que estaba por precipitarse en el mundo al cabo de unas cuantas semanas.

El pasado dos de febrero Miami recibía el Súper Bowl y cada uno de sus rincones lucía atestado por masas festivas, bares a reventar, con desplazamientos en coche que suelen ser de quince minutos elevados a un par de horas. No sólo eso, conciertos de renombre coincidiendo con el mayor partido de la NFL, por doquier eventos publicitarios y corporativos, el glamur que la más millonaria de las ligas deportivas es capaz de desencadenar resumido en el espectáculo de medio tiempo de Shakira y Jennifer López.

No es que hoy, en pleno septiembre y cuando arranca otra temporada de futbol americano, cueste creer que aquello haya sucedido en este mismo año. Es que ya a fines de marzo, cuando más de dos mil millones de personas estábamos encerradas en diversos puntos del planeta, lo del Súper Domingo en Miami lucía de otro periodo histórico.

El draft de la NFL se realizaría a fines de abril por video llamada, como casi todas las actividades laborales, sociales y académicas para entonces ya se habían acostumbrado a ser. La pretemporada no hallaría manera de ser, lo mismo que los diversos certámenes del futbol americano colegial. Hasta 66 jugadores de la NFL decidirían no participar en esta nueva campaña, al tiempo que otros experimentarán con una mica integrada al casco que pretende servir de cubrebocas.

A diferencia de lo que sucede con los torneos de soccer en Europa y Latinoamérica o con las beisboleras Grandes Ligas, la NFL no universalizaría una norma sobre la presencia de aficionados en las gradas. Cada estado con la facultad de decidir si su respectivo equipo puede ocupar su estadio de forma parcial, de entrada apenas cuatro abrirán sus tribunas: Jacksonville, 25 por ciento del aforo; Kansas City, 22 por ciento; Miami, 20 por ciento; Indianápolis, 4 por ciento. No obstante, la mayoría espera irse integrando a esa lista al paso de las semanas, acaso cuando se acerquen los playoffs al cierre de este año.

Si la NBA ya nos demostró que una burbuja bien hecha hace viable todo deporte (asumiendo el costo de la misma, la integridad de todos por encima del negocio), ahora la NFL nos tendrá que servir de laboratorio para entender si funciona eso de los estadios con espectadores distanciados.

Desde Suiza y Japón el movimiento olímpico pondrá especial atención al experimento, no descartándose por ahora un modelo mixto para los Juegos de Tokio: en julio de 2021: una burbuja estilo NBA para los atletas, una asistencia de público limitada como la que probarán algunos en la NFL. Lo mismo la UEFA con los ojos puestos en la Eurocopa pospuesta al próximo verano y cada uno de los organismos internacionales de cara a innumerables eventos desprovistos de certezas.

Parece que la última vez que voló el ovoide fue en otro siglo. Mucho y muy incomprensible, mucho y muy estremecedor, mucho y muy desafiante, mucho y muy trágico ha sucedido desde entonces. Al menos en este arranque de la nueva temporada sabemos que la incertidumbre es tanta como en marzo…, sólo que medio año después. Medio año que equivale en nuestras apesadumbradas mentes a una era glacial.

 

                                                                                                                                                               Twitter/albertolati

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