Martha Hilda González Calderón

Cuando escribimos en una libreta o nos subimos en un elevador, difícilmente pensamos que son artículos de lujo, por las complejidades de sus procesos de producción. Nuestra generación, la de los “migrantes tecnológicos”, se ha acostumbrado de tal manera a plasmar nuestras ideas en cuadernos, ya sea en forma de palabras o dibujos, o tomar un elevador para evitar subir escaleras; sin mencionar el gran apoyo que ofrecen en la movilidad de aquellas personas de la tercera edad o con alguna discapacidad. Si comparamos la gran diferencia que estos dos productos, entre muchos otros, han marcado con respecto a los estilos de vida de generaciones pasadas, los apreciaríamos más.

Tan acostumbrados estamos a muchos productos cotidianos que los empleamos sin tomar en cuenta sus antecedentes, ni los procesos de producción a los que son sometidos hasta llegar a nosotros. Productos hechos, muchos de ellos, por manos mexicanas que les han impreso su esfuerzo, su tiempo y su talento.

Dentro de mis actividades, como titular de la Secretaría del Trabajo del Gobierno del Estado de México, esta semana tuve la oportunidad de visitar dos empresas instaladas en el territorio mexiquense. La primera, ubicada en el Valle de México, es una de las empresas más reconocidas a nivel internacional, Elevadores Schindler, dedicada al equipamiento y mantenimiento de elevadores y escaleras eléctricas.

La segunda, de una larga tradición en el Estado de México y establecida en el Valle de Toluca, se encarga de producir y distribuir una amplia gama de productos como cuadernos en todas sus presentaciones. Me refiero a la empresa Cuadernos Estrella.

Las visitas tuvieron como principal objetivo el tener un acercamiento con las trabajadoras y trabajadores, el sindicato que los representa y sus respectivos empleadores, asimismo para conocer las medidas que han adoptado en la actual emergencia sanitaria. En estas reuniones también se informa de los próximos cambios que habrá, con motivo de la implementación de la reforma laboral; y por supuesto, la difusión de los servicios que ofrece la dependencia en materia de capacitación y reclutamiento. Me acompañaron los titulares de las Juntas Locales de Conciliación y Arbitraje tanto del Valle de Toluca como del Valle Cuautitlán-Texcoco.

Esta crónica inicia por un medio que facilita nuestra movilidad vertical, que nos permite subir y bajar por los pisos de un edificio, sin dar siquiera un solo paso: los elevadores y las escaleras eléctricas.

Fue una gran sorpresa, saber que ya desde el palacio imperial de Nerón, ya existía un rudimentario elevador de madera de sándalo que subía a través de rodillos sobre cuatro carriles, impulsados por una polea y un cable tirado por esclavos.

Muchos años después, Luis XV tenía en el palacio de Versalles, un elevador de contrapesos. El monarca tenía una sugestiva frase: “no está mal para alcanzar el cielo” en referencia a las visitas nocturnas que les hacía a sus amantes que tenía alojadas en los pisos superiores y que el ascensor facilitaba que accediera con discreción.

Ya en el siglo XIX, el elevador instalado por el francés, León Edoux, en la Torre Eiffel es, hasta nuestros días, uno de sus principales atractivos.

Fue en 1874, cuando la empresa Schindler fue fundada en Suiza. De acuerdo con su propia información, para 1892, ya habían instalado el primer elevador eléctrico y en 1936, habían colocado la primera escalera eléctrica.

Una representación de la empresa Schindler llegó a nuestro país en 1944. Con tan buena perspectiva que para el año 1954, la empresa ya se había instalado en la Ciudad de México.

Cuando visité la empresa, fui recibida por Jaime Javier Martínez Estrada, Secretario General del Sindicato Obrero de la Industrias del Hierro, Metales y Manufacturas Compuestas en la República Mexicana, afiliado a la Confederación de Trabajadores de México, (CTM) y por el director general de Schindler, Felipe Kops.

Las medidas de seguridad están presentes desde la llegada de los visitantes, en donde además de portar el equipo adecuado, señalarnos los protocolos, nos condujeron al centro de capacitación, en donde la seguridad de los productos que se manufacturan en la planta, es el eje central de la formación. Al escuchar la explicación que me daban los trabajadores, recordé el comentario del director de otra empresa suiza que me señaló: “en la empresa no queremos héroes, sino trabajadores que observen rigurosamente los protocolos”. No es de extrañarse que los accidentes de trabajo que registra Schindler, sean raros.

Fue la representación sindical quien me informó a detalle sobre las conquistas laborales que se han incluido en el contrato colectivo de trabajo revisado apenas en diciembre del 2019; y las medidas preventivas que se tomaron para reducir al mínimo el número de contagios. Quienes hablaron, fueron trabajadores con más de 25 años de antigüedad en la planta, me enseñaron fotos de sus inicios y constaté la nula rotación que hay en la plantilla laboral.

También fue muy interesante conocer tanto los sistemas de seguridad de los elevadores y las aplicaciones móviles que ya se usan para operarlos. Así también, las medidas que han tomado para la sanitizacion de escaleras eléctricas a través de luz germicida que elimina bacterias.

La segunda empresa que tuve la oportunidad de visitar, ahora en el Valle de Toluca, fue Cuadernos Estrella, donde fui recibida por Juan Ramírez Rodríguez de la Confederación de Trabajadores y Campesinos, (CTC) y el ingeniero Armando Neira Falcón, Director General.

Esta fábrica que tiene 72 años en el mercado, produce 340 productos y a través de sus 34 rutas, distribuyen a todo el país. La empresa cuenta con 380 trabajadores, de los cuales el 40% son mujeres. Su porcentaje de rotación es del 0%.

Cuando caminaba entre los trabajadores, pude apreciar que en algunas áreas únicamente se supervisa el trabajo automatizado que hacían las máquinas, mientras que, en otras, aplicaban los métodos tradicionales para dar a los distintos cuadernos el acabado que les ha hecho ser tan populares.

Lejos han quedado los papiros, donde los escribas egipcios plasmaban sus ideas, en el siglo XXI a.C., pasando por los pergaminos de la época de Alejandro Magno. Hoy cualquier persona tiene acceso a una libreta en donde puede plasmar sus ideas, sus sentimientos.

Cuadernos Estrella, como señala su promoción, inició su producción haciendo pequeñas libretas de bolsillo y a medida que el tiempo ha transcurrido, amplió su gama de productos. Hoy es una de las empresas más competitivas en el mercado.

Pude observar la dedicación de las trabajadoras en la encuadernación del “florete” que es uno de los productos más solicitados y populares. Me dio mucho gusto cómo las trabajadoras me mostraban con orgullo, la parte de la elaboración de las libretas que les correspondía, ya sea operando una máquina o encuadernando los miles de productos que se producen en la fábrica.

Me mostraron las medidas de seguridad que se observan en la empresa y el compromiso social no solo con los trabajadores, sino en su zona de influencia.

Schindler y Cuadernos Estrellas, dos empresas que, de manera inteligente, se han preparado para no detener su producción, en estos tiempos tan difíciles. En ambas, pude sentir un claro sentido de equipo, una buena dirección y una activa relación sindical. A favor de los trabajadores.

A partir de ahora, para mí tendrán un sentido especial estos productos. El haber conocido sus procesos de producción me sensibilizó sobre el trabajo y el esfuerzo que representan; me hizo reconocer a las trabajadoras y trabajadores mexicanos que plasman en ellos sus conocimientos, su experiencia y por supuesto, parte de su vida.

                                                                                                                                                            @Martha_Hilda