La pandemia no es responsabilidad del presidente Andrés Manuel López Obrador pero sí su manejo y los resultados de este; la crisis económica global tampoco es su responsabilidad pero sí las acciones para paliarla en el país y reactivarla.

No hay avances para llegar a un sistema público de salud “nórdico’’, como prometió que sería en los primeros tres años de su Gobierno; tampoco se ha reducido la delincuencia en el primer año como prometió.

El país está a años luz de ser pacificado, a pesar de que el Congreso le concedió la creación de la Guardia Nacional, cuya labor ha sido tan discreta que parece que no existe.

La economía no encuentra piso y cada vez son más los casos de pequeñas y medianas empresas que se ven obligadas al cierre porque la gente no compra.

Advertidos por el propio secretario de Hacienda, Arturo Herrera, de que el próximo año la economía tendrá el peor escenario desde 1932, la gente ha comenzado a escatimar con sobrada razón sus gastos.

La decisión afectará aún más al comercio minorista y, sobre todo, al turismo que ha registrado una caída en los últimos meses superior al 90%.

El Presidente seguramente saldrá a corregir -por enésima ocasión-, a su secretario de Hacienda; él tiene otros datos.

Pero Herrera ha sido consistente en sus advertencias, a pesar de las exhibidas que le ha puesto su jefe.

Ya no hay “guardaditos’’; se acabó el fondo de estabilización que en febrero presumía el Presidente -300 mil millones de pesos-; ya no se puede buscar entre el sofá las monedas que a veces suelen caerse del pantalón.

Por eso el hambre por los fideicomisos, que desaparecerán antes de noviembre, cuando tenga que estar listo el presupuesto.

El Presidente, en cambio, logró que el Congreso elevara a rango constitucional todos sus programas sociales; no hay manera de que en el presupuesto se limiten los recursos para ello.

La apuesta es cuáles serán los rubros sacrificados para cumplir con ese mandato; ¿educación?, ¿salud?, ¿seguridad?, ¿participaciones a los estados?, ¿inversión en infraestructura?

Falta poco para conocerlo.

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Desde hace meses le venimos comentando en esta columna la inutilidad de la Conferencia Nacional de Gobernadores, que nomás no son capaces de sacar un perro de una milpa, como diría Fidel Velázquez.

Han tenido más exposición y mejores resultados -aunque sea mediáticos-, las dos organizaciones de gobernadores creadas independientemente de la Conago: la Asociación de Gobernadores del PAN y los llamados “Federalistas’’, que son los mismos panistas, más el gobernador de Nuevo León, el de Jalisco, el de Michoacán, el de Durango y el de Coahuila.

El resto no ha querido levantarle la voz a la Federación -léase al Presidente-, ya sea por comodidad o por otras razones.

El caso es que la Conago no tiene futuro, como ya lo declararon los panistas y Jaime Rodríguez, “El Bronco’’, quien de plano dijo que él se salía.

La Conferencia ya dio de sí; habrá que encontrar una nueva forma de representación de los gobiernos estatales porque ya está visto que ni sus propios senadores funcionan como enlaces con la Federación.
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Gerardo Fernández Noroña, en su afán por presidir la Cámara de Diputados, justificó las peores prácticas políticas que tanto critica Morena.

Pero no se dio cuenta que quitándole diputados a Morena le quitaba la mayoría y por ende la presidencia de la Junta de Coordinación Política.

Hasta le jalaron las orejas y uno de los coptados para irse al PT, Manuel López Castillo, tuvo que volver a las filas de Morena.

Fernández Noroña no se dio cuenta, pero se cayó del muro que lo protegía.

Por ambicioso.