Ángel Álvaro Peña

Ante el empate en el número de diputados a 46 curules entre el PRI y el PT, podría bien hacerse valer el derecho de antigüedad. A pesar del historial y de lo que sea, debe privar la lógica y el sentido común para crear equilibrios y fortalecer la democracia.

En días pasados se cambiaban de partido uno y otro diputado, hoy los partidos los intercambian como si fueran títeres de una causa desconocida, pero nunca la que debe prevalecer, porque la gente si bien ahora vota más por la persona que por el partido, a la hora de elegir ambas condiciones están en juego.

Al inicio de la actual Legislatura se acordó, como cada tres años, el proyecto de la dirección de la Mesa directiva de la Cámara. Nadie imaginaba que con los resultados sorprendentes de las fuerzas políticas en esa colegisladora pudieran suceder cambios; sin embargo, los hubo. El acuerdo fundacional dictó que el primer año presidiría la primera fuerza electoral, que fue Morena; el segundo año, la segunda fuerza y el tercer año, el PRI. Ese fue el acuerdo del que debe partirse.

Porque en este rejuego de curules también está de por medio la fuerza social con la que cada partido cuenta, pero al existir el cambio de partido, esa fuerza no existe, se borra, es decir, se anula. Y los diputados o senadores que cambian de partido carecen de representación real.

Una de las causas de la gran pelea por presidir la Cámara de Diputados consiste en contestar el segundo informe de gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador. Sabemos que de estar al frente el PT la respuesta será tersa, de terciopelo. De estar al frente el PRI dejará ver los defectos más que las virtudes de la actual administración, a la cual bien le haría una autocrítica, como a todo gobierno a dos años de ejercicio.

Pero más allá de estas ambiciones inmediatas están los personajes que presidirían la Mesa de la Cámara de diputados que serían Gerardo Fernández Noroña, por el PT; y Dulce María Sauri Riancho, por el PRI. Sin comparación. El primero siempre exaltado, la segunda mesurada y firme.

La ambición de Noroña es la Presidencia de la república, valiente favor le haría al partido que lo impulsara para ese puesto, porque pocos en realidad votarían por él. Y el partido perdería la elección. Se considera a sí mismo un gran polemista, pero nadie puede debatir con alguien que no permite hablar, que levanta la voz y que trata de argumentar posturas violentas y unilaterales.

Dulce María Sauri, con gran experiencia no sólo en la discusión parlamentaria, es conocedora de los límites de los legisladores, ha sido diputada federal y senadora, fue la primera mujer gobernadora de Yucatán, presidió su partido. Preside el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, con sede en Mérida.

Al ser conformada la actual legislatura, Dulce María Sauri Riancho fue designada vicepresidenta de la mesa directiva en la Cámara de Diputados.

En realidad, el empate es muy señalado porque tanto Sauri Riancho como Fernández Noroña, son diputados por mayoría relativa, es decir, nadie votó por ellos directamente, de tal manera que sólo el buen juicio de quienes deberán decidir esta situación debe prevalecer, de acuerdo con la lógica y con el fortalecimiento de la democracia.

Desde luego que en la búsqueda de equilibrios y contrapesos que se asienta en toda democracia lo más sano sería entregar a alguien con la experiencia suficiente para calmar los ánimos de una generación de diputados muy exaltados. Ha habido conatos de violencia varias veces en esa colegisladora, y un presidente de la Mesa Directiva como Noroña, lejos de tranquilizar los debates podría ser el protagonista de un zafarrancho que podría degenerar en graves consecuencias mundiales, porque los tres poderes de la Unión de México están bajo la lupa, por no decir en el ojo del huracán de una nueva geografía ideológica del mundo.

El escenario social no está como para tener en el liderazgo de los diputados a un hombre incendiario que podría enfrentar no sólo a los diputados sino a la sociedad en general, lo cual tendría consecuencias muy negativas.

Se propuso una alternativa lógica, pero no por ello legal, que sería la de presidir la Mesa seis meses el PRI y seis meses el PT. De inmediato el coordinador parlamentario del PRI, René Juárez Cisneros, dijo que todo o nada, que ese tipo de posiciones no son negociables.

El radicalismo de una derecha que exige cabezas, sangre, violencia, golpes, debe tener equilibrios en todos los poderes. Tener a Noroña al frente de la Mesa de la Cámara, originaría un problema mayor para el propio presidente de la República, quien desde el inicio del sexenio pugnó por la pacificación del país. Pidió abrazos y no balazos. Habló de perdón y olvido, pero no de violencia.

Mientras eso sucede, los autodenominados opositores que inventan caravanas son cada vez más violentos. Ante esta realidad hace falta calma y serenidad en todos los poderes de la Unión. El Congreso debe estar preparado para la integridad de la sociedad en primer lugar, porque la desesperación de una minoría por conservar sus privilegios puede rebasar los límites de la legalidad, y no puede combatirse la violencia con la violencia. PEGA Y CORRE. – Ahora Coca-Cola promueve un amparo contra el nuevo etiquetado que da a conocer las sustancias que integran su líquido, porque argumentan que tendrá un efecto adverso en su negocio, lo que quiere decir que hay sustancias que son veneno para la salud de quienes la consumen y que nunca han querido dar a conocer… Esta columna se publica los lunes, miércoles y viernes.

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