Dos destacados miembros de un consejo de la oposición recientemente formado en Bielorrusia fueron interrogados el viernes en un caso penal sobre lo que el presidente Alexander Lukashenko describe como un intento de tomar el poder, mientras continuaban las manifestaciones contra su gobierno.

Otras figuras públicas, entre ellas un atleta olímpico, se manifestaron en contra de Lukashenko, cuyos rivales políticos dicen que amañó las elecciones del 9 de agosto.

El deterioro de su control supone un desafío tanto para el Kremlin, decidido a mantener su dominio sobre su vecino más leal, como para Occidente, que simpatiza con un incipiente movimiento prodemocrático pero que se muestra reacio a provocar la intervención rusa.

Dos fuentes cercanas al Kremlin dijeron a Reuters que el presidente ruso, Vladimir Putin, cree que Lukashenko se aferrará al poder por ahora.

Lukashenko, que ha prometido repetidamente aplastar los disturbios, insistió en que la crisis terminaría pronto.

“Este es mi problema, que debo resolver, y lo estamos resolviendo”, dijo a los trabajadores de una fábrica estatal de alimentos que lleva el nombre del fundador de la KGB soviética. “Y créanme, en los próximos días se resolverá”.

La represión policial no parece haber intimidado a los manifestantes y el movimiento de oposición se ha extendido con huelgas en las fábricas estatales que durante mucho tiempo se han considerado bastiones de apoyo a Lukashenko.

Las manifestaciones en Minsk han atraído a decenas de miles de personas. En los últimos días han sido más pequeñas, pero hasta ahora no ha habido señales de una operación policial decisiva para acabar con ellas, que Lukashenko dijo que había ordenado el miércoles. Se esperan movilizaciones mucho más grandes durante el fin de semana.

Bielorrusia tiene, con diferencia, unos lazos políticos, económicos y culturales con Moscú más estrechos que cualquier otro estado exsoviético, lo que significa que el destino inmediato de Lukashenko está probablemente en manos del Kremlin.

 

ica