Debido a la crisis provocada por la explosión en Beirut, los ojos del mundo se volcaron sobre Líbano, donde el saldo fue de 160 muertos y más de 6 mil heridos. Tras protestas, todo el Gobierno del primer ministro Hassan Diab anunció su dimisión. Dos meses antes, otra ola de manifestaciones provocó la caída de su antecesor, Saad Hariri.

Conocido como “el país de los cedros”, la República Libanesa limita al norte y este con Siria, al sureste y al sur con Israel y al oeste con el mar Mediterráneo, Beirut es su capital y el principal puerto.

La historia del Líbano y su mezcla de población cristiana y musulmana comenzó en 1920, cuando los franceses (quienes tenían el control del territorio) unieron la costa y la planicie, poblada por musulmanes, y la montaña, habitada por cristianos, para crear el Gran Líbano.

En 1975 comenzó la lucha entre musulmanes libaneses y cristianos, la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) se unió a la parte musulmana y Siria (preocupada por la reacción israelí) e intervino apoyando a los cristianos. Beirut quedó dividido.

En 1985 los israelíes se retiraron, y en 1990 el ejército libanés, respaldado por Siria, recuperó el control sobre una gran parte del país, desarmó a las milicias y expulsó a la OLP de sus plazas fuertes. La guerra cobró la vida de más de 150 mil libaneses.

En octubre de 2019 estallaron manifestaciones provocadas, entre otras cosas, por la crisis económica y los impuestos excesivos a servicios digitales como llamadas por WhatsApp y productos como la gasolina y el tabaco. Miles de mujeres salieron a protestar por la desigualdad social, sin importar su clase social o religión.

El grupo más poderoso en Líbano, Hezbolá, un movimiento chiita respaldado por Irán, calificado por Estados Unidos como organización terrorista y cuyo brazo armado se encuentra bajo sanciones por parte de la Unión Europea, es clave hoy en día, por su importante participación en el Gobierno.

LEG