Al inicio de la pandemia provocada por el nuevo coronavirus, la mayoría de los cálculos de todos los países estimaban que la curva de contagios comenzaría a descender en abril o mayo. Pero cuando en esas fechas naciones como Francia o Italia empezaron a reabrir sus economías, los rebrotes del SARS-CoV-2 las obligaron a imponer nuevamente el confinamiento. La realidad se hizo evidente: el comportamiento del virus, así como su evolución, eran algo que difícilmente se podría determinar o predecir.

 

Por eso, desde que el 2020 inició y hasta el día de hoy, las reflexiones en torno a cómo será el mundo que habitaremos una vez que la vacuna sea desarrollada y comercializada siguen siendo aún dinámicas y diversas. Sin embargo, existe consenso respecto a que la pandemia dejará una cicatriz permanente que hará imposible que la vida vuelva a ser como antes. En todos los países es ya un hecho aceptado que, incluso cuando el virus logre ser contenido, entraremos a una “nueva normalidad”, que en su nombre lleva el recuerdo de un pasado en el que acostumbrábamos vivir.

 

Junto con la incertidumbre del futuro, las sociedades de todas las naciones están enfrentando un presente sumamente complicado. Algunos gobiernos decidieron endeudarse de manera exponencial, basados en cálculos que estimaban que las economías podrían empezar a operar regularmente y con rapidez, pero esto no ha sido así. Las economías, incluso las que ya reabrieron por completo, presentan una dinámica totalmente distinta a la anterior a la pandemia; las personas tienden a ahorrar más y a gastar menos, y el consumo en sectores propensos a los contagios sigue siendo bajo.

 

En México, a pesar de estas dificultades, el Gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador ha logrado avanzar en la construcción de un nuevo régimen. No solamente el país no ha entrado a un endeudamiento irresponsable, sino que las reservas internacionales registraron hace unos días uno de sus niveles más altos, al alcanzar 192,606 millones de dólares.

 

También se ha iniciado un proceso para reformar el sistema de pensiones y de seguridad social: uno de los puntos que la pandemia demostró que es necesario fortalecer para evitar golpes de magnitud semejante a la actual. La crisis sanitaria evidenció también la responsabilidad y el carácter social de las y los empresarios que tenían endeudamientos importantes con el erario, y que hoy se han puesto al corriente con sus pagos.

 

En materia de reconstrucción de derechos sociales, se sigue avanzando en la pacificación del país, con la captura de líderes delincuenciales; se ha fortalecido el Estado de bienestar, con la entrega anticipada de apoyos en plena pandemia, y se han llevado a cabo importantes reformas y expedido legislaciones, como la Ley de Amnistía, que busca resarcir los daños causados en el pasado por un sistema de justicia ineficiente y selectivo.

 

Es cierto, los riesgos de la pandemia son aún latentes, pero es importante reconocer que mientras ésta tomó desprevenidas a la mayoría de las naciones, en México las respuestas que se han dado en los distintos ámbitos se colocan como un faro de esperanza, como una luz al final del túnel. Así, mientras el mundo se encuentra en un momento en que el futuro es incierto, el presente es difícil y el pasado es añorado, en nuestro país hay razones para mantener la esperanza de una nueva y mejor normalidad.

 

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