Martha Hilda González Calderón

 

¿Vivimos una pesadilla? Es la pregunta que un amigo me soltó a bocajarro, abrumado por las deudas y francamente desesperado por un confinamiento que pareciera que no tiene fin. Al escucharlo, recordé la magistral obra de Víctor Frankl, “El Hombre en Busca de Sentido”, cuando narra los horrores vividos en un campo de concentración. El fundador de la logoterapia señala que “al hombre se le puede arrebatar todo, salvo una cosa: la última de las libertades humanas, la elección de la actitud personal que debe adoptar frente a las adversidades, para decidir su propio camino”.

 

Esta situación que nos rebasa a todos, puede llevarnos a la desesperación y angustia, al enojo y a la frustración, pero también –como señala el doctor Frankl- a una pregunta que él se hizo: ¿dónde encontrar fuentes de fuerza para sobrevivir a situaciones difíciles? La respuesta fue la lección que aprendió y que nosotros adaptamos para encontrar el significado de la pandemia y su influencia en nuestras vidas.

 

Frankl señala que buscar la felicidad no puede ser el objeto de la vida, porque es momentánea y resta la posibilidad de encontrar el significado al sufrimiento, que nos permitirá construir la resiliencia que necesitamos.

 

Jacques Attali, el influyente filósofo francés, al interpretar la coyuntura señala que el miedo a la muerte nos ha obligado a confinarnos para que pongamos a la vida en el centro de nuestras reflexiones. Tan ensimismados estábamos en nosotros mismos que habíamos perdido de vista las pequeñas cosas que ella nos daba y hoy anhelamos: el abrazo de una madre o un padre, una reunión entre amigos, hasta  poder caminar libremente.

Hoy que sentimos a la muerte tan cercana y, en muchos casos, nos ha arrancado a seres queridos, enseñándonos a valorar la vida. Antes, parecía que moríamos por excepción. La epidemia nos recuerda a través de las lúgubres estadísticas, que está ahí, acechándonos. Aunque en el fondo, como señalaba Victoria Woolf: “cuando se quiere hablar de la muerte, la vida irrumpe, como de costumbre”.

 

Todos intentamos encontrar los nuevos significados a nuestra existencia, por ejemplo, Stephen Fry, actor inglés, señala que el confinamiento ha permitido deshacerse del ruido que nos envolvía, para  aprender a estar en silencio y recobrar el sentido del tiempo.

Por su parte, Mark Savickas, consejero vocacional, propone que tomemos al toro por los cuernos: asumamos la movilidad laboral por nuestra cuenta y no la dejemos en manos de los empleadores. No les da muchas esperanzas a los antiguos esquemas de hacer carrera en una organización –con su sistema de escalafones y ascensos- . La realidad ha cambiado. La nueva teoría social del trabajo privilegia un enfoque narrativo, donde se ayuda a las personas a contar sus propias historias de carrera y a preparar el siguiente capítulo en su vida. Hoy nuestra historia es el medio que orienta nuestra carrera y no, nuestra carrera que marca la pauta de nuestra historia.

Savickas alerta no permitir que esta pandemia nos haga borrar nuestra historia. Saberla narrar y reflexionar sobre lo que sigue después, es el reto que todos enfrentamos.

Recomienda que los gobiernos analicen la “flexiseguridad”, (flexsecurity), aplicada por el gobierno danés que combina seguridad al mismo tiempo que flexibilidad y adaptación en las relaciones entre trabajadores, sindicatos y empleadores.

 

Jacques Attali no tiene miramientos al señalar lo que la pandemia ha develado: que existen sectores de la economía que no van a sobrevivir, que hay profesiones que van a desaparecer y empleos que no se necesitarán más; pero sobre todo, nos habla de la Economía de la Vida, entendida como el conjunto de sectores indispensables para nuestra existencia que seguramente florecerán: salud, alimentación, educación, seguridad, creación artística, democracia, herramientas digitales y  comercio, entre otras.

Ante este cambio de paradigmas, Attali propone que aprendamos de las economías de guerra, en donde los países decidieron reorientar a los sectores económicos para que produjeran lo que realmente necesitaban.

Señala, por ejemplo, que la salud de las personas es una riqueza que hay que valorar y seguir invirtiendo; así como en la educación -incluida la capacitación para el trabajo- y la investigación, pues son sectores estratégicos en los cuáles se tienen reforzar sus presupuestos. Lo anterior, permitiría prepararnos para el escenario de un probable regreso de la pandemia o prevenir otra crisis planetaria.

 

Algunos países que han dado muestras de aplicar medidas asertivas para controlar el número de contagios, también dan ejemplo de las medidas económicas que están adoptando para paliar la crisis:

Malasia por ejemplo, redimensiona su portal nacional de empleo para lanzar NEXT, (Nurturing Expert Talent), que establece la conexión entre universidades, graduados y empresas. Este portal detecta las oportunidades laborales que hay en el mercado, la conexión con las universidades que están formando a los potenciales trabajadores y facilita el reclutamiento. Provee talentos que ayudarán a cubrir los espacios y pondrán a su país en el primer plano de la economía digital. A través de esta alianza, fortalecen las áreas débiles que pudieron haber quedado inconclusas en la formación de los educandos, para ofrecer al mercado laboral trabajadores de primera calidad.

Además, este país estableció un paquete de 52,000 millones de euros para apoyar a las distintas ramas del sector empresarial, a través de créditos para pymes; así como apoyos al sector proveedor de materiales sanitarios.

Corea del Sur es un reconocido ejemplo en el despliegue de políticas efectivas en la contención de la pandemia para regresar a su población, rápidamente, al mercado laboral. El gobierno estableció  la aplicación de un número considerable de pruebas por día. En el caso de detectar infecciones, estableció rigurosas medidas de aislamiento por regiones.

El gobierno sudcoreano estableció un paquete de estímulos  de más de 9,800 millones de dólares para amortiguar el impacto. Estos recursos están siendo aplicados al sistema de salud, cuidado de niñas y niños e inyección a los mercados exteriores, entre otros.

Singapur ha utilizado especialistas que establecieron los cercos sanitarios desde que se dieron los primeros contagios y los redujo significativamente. En lo económico, a pesar de la caída del empleo de un 19.9% y la reducción de los salarios, los recursos que ha destinado ascienden a 38’195 millones de dólares, destinados a apoyar a empleados y a sectores clave de la economía como la aviación y el turismo. En este universo, 10,500 millones de dólares se destinan al pago del 25% de los sueldos de 1,9 millones de trabajadores locales, independientes y desempleados hasta diciembre del 2020.

Japón, a pesar de tener una numerosa población en la tercera edad y con un alto consumo de tabaco, ha reducido drásticamente, el número de contagios. Lo anterior, debido a la rápida reacción para identificar los focos de infección y proteger a la población más vulnerable. Los recursos que el gobierno japonés ha destinado para apoyos especiales a pequeñas y medianas empresas ascienden a 15,600 millones de dólares.

Las medidas económicas que los distintos países están asumiendo para contener la crisis, derivada de esta pandemia, serán insuficientes si no hay una conciencia colectiva de que las cosas han cambiado. Y para este cambio, nada mejor que la advertencia de Víctor Frankl: “no esperar nada de la vida. La vida espera algo de nosotros”. Y justamente, trabajar por algo en lo que creamos, amar a quienes son motivo de nuestras acciones y coraje en tiempos como los que vivimos, son los elementos que nos permitirán -como a Frankl, en medio de sus reales y terribles pesadillas- aprender que la vida es una búsqueda de sentido.

 

                                                                                                                                               @Martha_Hilda