Extraña condición del futbol italiano: que entre más lejos se juega de la portería rival, más cerca se está de la gloria mayor.

Héroes con guantes y reflejos, Gianluigi Buffon como último exponente de esa saga de porteros a la que pertenecen Dino Zoff, Walter Zenga, Gianluca Pagliuca y Francesco Toldo.

Héroes de la defensa, la lista jamás terminaría con unos más fieros y otros más técnicos: Giacinto Facchetti, Tarcisio Burgnich, Gaetano Scirea, Claudio Gentile, Franco Baresi, Giuseppe Bergomi, Paolo Maldini, Alessandro Nesta, Fabio Cannavaro, Giorgio Chielini. Ahí podría incluirse a mediocampistas de máximo derroche como el remoto Giovanni Trappatoni o el reciente Genaro Gattuso.

Y así llegamos a los apesadumbrados virtuosos italianos, a los que sus pares europeos o sudamericanos siempre vieron como almas melancólicas, como si hubiesen nacido en un sitio donde no debieron nacer, arte suprimido por patadas rivales lo mismo que por sus propios técnicos que los acorralaron. En la tierra que más se ha regodeado con la arquitectura, el diseño automotriz o la alta costura, siempre tendrá sentido gozar de un Gianni Rivera o un Sandro Mazzola, de un Roberto Baggio o un Alessandro del Piero, de un Andrea Pirlo o un Francesco Totti… aunque cómo les ha costado ahí brillar.

Parte del problema es que, donde el cerrojo de Helenio Herrera se convirtió en todo un evangelio, se solían marcar muy pocos goles. Basta con reparar en que Diego Armando Maradona llegó a ser capocannoniere (“líder artillero”) con apenas quince goles. O Michel Platini con sólo dieciséis. O Marco van Basten con no más que diecinueve. Cifras que han ido subiendo en los últimos años, como para quitar ya al Calcio los estigmas de que todo ahí es jugar para atrás, como si el futbol no fuera una actividad en constante cambio, como si todos en un país tuvieran que pararse de idéntica manera y apostando a idénticas soluciones.

El delantero de la Lazio, Ciro Immobile, ha conseguido llegar en esta temporada a 36 goles en 37 cotejos disputados. Acaso no suene tan imponente recordando que Lionel Messi y Cristiano Ronaldo han superado de lejos los 45, aunque, más allá de dimensionar las depredadoras cifras de los dos titanes de esta generación, recordar lo difícil que es anotar en Italia. Aparte de ello, que no se dispone de las mismas ocasiones con la Lazio que con los trabucos de los que por entonces disfrutaban Barcelona y Real Madrid.

Immobile llegó tan pronto al futbol como tarde al primer plano. No mucho tiempo atrás fue a Bundesliga y Liga Española (con Borussia Dortmund y Sevilla) sucediendo muy poco. Todavía en 2012, con 22 años, estaba en segunda división luego de haber sido una gran apuesta de la Juventus que no llegó a cuajar. Justo en el año en que cumplió la treintena, Immobile ha logrado imponerse como campeón de goleo europeo, esa Bota de Oro antes nada más conquistada por otros dos embajadores de la Serie A.

En la tierra donde las loas solían crecer muy a distancia de la puerta opositora, un romperredes es el personaje del año. Paradoja como su apellido: Immobile, el inmóvil, justo lo que él no es en el área; justo lo que el futbol italiano ha dejado de ser ante los prejuicios de eterno cerrojo.

 

                                                                                                                                          Twitter/albertolati

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