Un fantasma recorre el mundo, el fantasma del coronavirus. Su acelerada y súbita propagación esta revolucionando toda forma de convivencia social, todas las tradiciones y costumbres, en todos los ámbitos de la vida humana. Lo que no ha conseguido ninguna ideología, lo está alcanzando el virus.

Ya es una frase común decir que la irrupción del Covid-19, además del impacto negativo en la salud y la economía de las naciones, esta transformado todo lo que hasta ahora conocíamos como una vida normal. Pero sus alcances en el futuro mediato e inmediato aún son inciertos. El “regreso” a las actividades “regulares” depende de encontrar una cura. Se dan alientos de resultados positivos de laboratorio, pero aún no hay nada en concreto.

Un aspecto que ha impactado el patógeno, y que nos obliga a buscar nuevos modelos, es en el campo educativo. Y no me refiero solo al de universidades, sino a la educación básica, la que reciben los más pequeños en su primera incursión al mundo social. En principio, el aula ya no será la que era antes de 2020. La convivencia entre alumnos, las actividades grupales, deportivas y de festividades, ya no serán las mismas.

Pero aún más, para evitar el contagio y la propagación del virus en los niños y los docentes, se están analizando nuevas formas de sistema educativo ante el eventual regreso a clases. Entre esas nuevas formas se encuentra la educación a distancia o también la de un modelo híbrido (presencial y virtual). Lo que implica nuevos retos.

Además de los cambios de hábitos, de apoyo psicológico y de alimentación de los niños, el aspecto tecnológico juega aquí un papel relevante para el apoyo educativo, pero también revela que la brecha de desigualdad que hay en las sociedades, particularmente en América Latina, es muy honda. La posibilidad de contar con un dispositivo electrónico en algunas zonas es completamente nula.

Mientras en el mundo se debate sobre el ingreso a nuevas tecnologías como la 5-G, en regiones de América Latina la asignatura pendiente que tienen nuestras democracias sigue siendo, sin duda, la educativa. Las herramientas digitales se están convirtiendo en elementos esenciales para continuar con las actividades académicas, ante un eventual regreso a clases, sin embargo este hecho ha evidenciado también la falta de capacitación de profesores y alumnos en el uso de estas herramientas, así como la desigualdad de acceso a recursos tecnológicos en la población.

El fantasma del Coronavirus obliga a los gobernantes del mundo a tener altura de miras en cuanto a educación se refiere. La carrera por ensanchar o estrechar la brecha tecnológica, no es un tema de futuro, el Covid-19 lo ha impuesto en la agenda de hoy.