Si existe un órgano del Estado que es fundamental para la estabilidad democrática del país es el actual Instituto Nacional Electoral (INE), cuya autonomía ha sido puesta en jaque por el deseo de un grupo político que busca imponer, en una clara violación al marco jurídico que rige la designación de los integrantes de su Consejo General, a aspirantes que no cumplen con los criterios de elegibilidad.

 

El INE, antes Instituto Federal Electoral (IFE), ha sido el motor de la construcción del proyecto democrático del país, un proceso ampliamente reconocido más allá de nuestras fronteras y que ha sido objeto de una permanente modernización desde la década de los años 90.

 

El fraudulento proceso electoral de 1988 obligó al Poder Legislativo a impulsar una reforma que acabó con la Comisión Federal Electoral para dar paso al Instituto Federal Electoral. Con este cambio, el Gobierno comenzó a perder atribuciones en la organización de los comicios y se dio paso a la ciudadanización de esta responsabilidad.

 

El sistema político mexicano, con un partido hegemónico, el PRI, que todo lo controlaba, incluido el rumbo y resultados de las elecciones, comenzaba a agotarse. Con la aparición de este nuevo órgano vendría una serie de reformas que le dieron fortaleza, independencia y, con ello, la facultad de organizar elecciones cada vez más libres y alejadas de toda sospecha.

 

En 1992 apareció la credencial para votar con fotografía. Un año después, se le dieron nuevas atribuciones al IFE, se le otorgó el papel de validar elecciones para diputados y senadores y se establecieron los topes de campaña. En 1994 nació la figura de consejeros electorales y se permitió la presencia de observadores internacionales.

 

La evolución de la democracia en México iba viento en popa. En 1996, el IFE obtuvo la autonomía absoluta y en 1997 fue designado su primer presidente ciudadano, José Woldenberg, uno de los arquitectos de la transición política en nuestro país.

 

Fue en ese año que el control de la mayoría de la Cámara de Diputados dejó de estar en manos del PRI. Se trataba de la antesala del momento más trascendente de este proceso que fueron las elecciones de 2000, que marcaron una de las mayores transformaciones en el México moderno.

 

En 2005 vino el voto de los connacionales en el exterior, en 2007 una nueva reforma y en 2012 la creación de las candidaturas independientes. Dos años más tarde, se dio el cambio de IFE a INE, dándole un carácter nacional que le permite hoy homologar los procesos electorales.

 

La del INE ha sido una historia que ha permitido la alternancia, la certeza y legalidad de las elecciones, que antes en México eran fuente de incertidumbre. El beneficio ha sido para todos, incluido para el partido hoy en el poder, que debería, a toda costa, evitar cualquier intento por dinamitar la autonomía de este indispensable órgano del Estado mexicano.

 

Segundo tercio. El Senado de la República pierde una voz autorizada y equilibrada. La solicitud de licencia en favor de Vanessa Rubio Márquez obedece a un deseo de hacer una pausa tras 26 años de carrera. Ganan la academia y el ámbito de la consultoría, a los cuales ha decidido consagrarse.

 

Tercer tercio. El presidente López Obrador realizará una gira de trabajo este fin de semana por el estado de Oaxaca, entidad que se vio obligada a regresar al semáforo rojo por el incremento de contagios de Covid-19.

 

                                                                                                                                                    @EdelRio70