Hay demasiadas expectativas sobre lo que pudiera declarar Emilio Lozoya Austin sobre los presuntos sobornos de Odebrecht y la compra con sobreprecio de la planta de Agronitrogenados a Altos Hornos de México (AHMSA).

Si Lozoya es leal a los principios priistas, es muy difícil involucre a otros funcionarios -por lo menos de alto rango-, en los delitos que se le imputan a cambio de obtener un juicio benevolente.

La tradición priista obliga al silencio, a la complicidad disfrazada de lealtad.

Cuando en los ochentas fue detenido y apresado el ex director de Pemex, Jorge Díaz Serrano, acusado de fraude en perjuicio de la paraestatal, guardó silencio.

Díaz Serrano fue acusado de comprar con un sobreprecio de 34 millones de dólares, dos barcos petroleros, el Cantarell y el Ahkatún; en junio de 1983, el Congreso le quitó el fuero que tenía como senador; él mismo se entregó a las autoridades.

Y aunque pasó cinco años en prisión, siempre se dijo inocente y víctima de la comedia de la “renovación moral’’ que encabezó el entonces presidente Miguel de la Madrid.

Otro caso reciente es el de la ex secretaria de Desarrollo Social y de la Secretaría de Desarrollo Urbano y Territorial, Rosario Robles Berlanga, acusada de ejercicio indebido de la función pública.

Robles es señalada por haber tenido conocimiento de un fraude por varios miles de millones de pesos conocido como “la estafa maestra’’, un sofisticado esquema de transferencia de fondos públicos vía universidades también públicos.
Si bien su juicio ha estado plagado de inconsistencias, Robles no ha pactado nombres ni datos para obtener un beneficio de parte de la Fiscalía General de la República, aunque ha podido hacerlo.

¿Qué garantía hay de que Lozoya rompa con ese pacto entre priistas de comerse el sapo solo independientemente del costo que deba pagar?

Parece que son más las expectativas que lo que realmente pudiera aportar en su defensa el ex director de Pemex, por mucho resentimiento que tenga con Peña y Luis Videgaray, entre otros.

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¿Y César Duarte? Los reflectores están puestos en Lozoya pero también el ex gobernador de Chihuahua tendría datos, nombres, cifras que aportar.

La acusación en su contra es por haber desviado 250 millones de pesos del erario estatal a las campañas del PRI en el 2016…además de haberse llevado una lanita para sus gastos (nada más en Estados Unidos le han encontrado 50 propiedades).

¿A poco Duarte también romperá ese pacto tricolor? En una de esas, el chihuahuense podría tener más información que Lozoya.

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Lo que es cierto es que la extradición de Lozoya y la captura de Duarte le han venido a dar el oxígeno que requería el Gobierno de López Obrador.

Ambos casos son exhibidos como ejemplo del combate a la corrupción -la renovación moral delamadridista recargada-, y darán para derramar litros de tinta a los seguidores del mandatario.

Ello no debe distraernos de temas como la pandemia, la violencia, la crisis económica y su impacto en el empleo.

De los problemas cotidianos que nos toca padecer porque lo otro, sin restarle valor e importancia, hasta que no se conozcan las declaraciones oficiales de ambos acusados, solo es especulación y pirotecnia política.

Por cierto, ayer se llegó a los 317 mil 635 contagios y 36 mil 906 muertos en las últimas 24 horas.

Y para quienes dicen que eso qué, que no están bien las comparaciones y que México está mejor que otros países, nada más un dato:

La tasa de letalidad en el país es de 11.61% mientras que la tasa promedio mundial es del 4.4%.

LEG