Desde el 16 de marzo pasado, al inicio de la pandemia de Covid-19 en México, supimos que habíamos perdido al científico para manejar la epidemia en nuestro país y se presentaba ante nosotros el político seguidor de la Cuarta Transformación: Hugo López-Gatell.

 

Sabíamos que el riesgo inminente de la reapertura de actividades era generar un mayor contagio de Covid-19 y así lo reconocían las autoridades.

 

Pero una confianza excesiva en el pueblo bueno que harto de estar encerrado decidió salir al mismo tiempo en cuanto abrieron centros comerciales, en medio de un evidente incremento de casos activos, encendió las alertas y preocupación de las autoridades de salud en México y en el mundo.

 

Con un cambio en la narrativa y en la presentación de cifras, López-Gatell fue creando el escenario perfecto para culpar a los estados y municipios del alza en el contagio y muertes por Coronavirus.

 

La semana pasada, la Secretaría de Salud, modificó la presentación de las cifras nacionales por una serie de gráficas sin valores claros, lo que permitió maquillar el incremento de casi 5 mil muertes en una semana.

 

Y cien días después, Hugo López-Gatell reconoció el uso de cubrebocas como una medida que puede ayudar a reducir los contagios.

 

Ante estas contradicciones, la Organización Mundial de la Salud, alertó que un desconfinamiento sin control puede generar severos retrasos en el manejo de la epidemia y pidió a algunos gobiernos, entre ellos el de México, ser claros y honestos en comunicar el riesgo real de la enfermedad.

 

El reto en este momento, debería ser el equilibrio entre reapertura y la desaceleración de contagios; sin embargo el mayor reto del subsecretario López-Gatell, es abandonar la política y su amor por la 4T y, ser el científico que demanda la emergencia.