La icónica canción de los aficionados del XV de la Rosa, “Swing Low, Sweet Chariot“, podría pronto pertenecer al pasado, ya que la Federación Inglesa de Rugby (RFU) decidió reflexionar sobre este tema heredado de la esclavitud.

 

El texto habría sido escrito por un esclavo estadounidense, Wallace Willis, a mediados del siglo XIX. Y habría hecho su entrada en Twickenham en 1987, en homenaje al jugador de rugby a 7 y a 13, Martin Offiah, apodado “Chariots” en referencia al film oscarizado “Chariots of fire” (Carros de fuego).

 

Desde hace más de 30 años, es entonado por más de 80 mil aficionados en cada partido de la selección inglesa en casa, en su estadio de Twickenham.

 

El viernes, este asunto llegó incluso a las más altas esferas políticas. El primer misnistro, el conservador Boris Johnson, defendió que se cante en los estadios una canción “de la que nadie, que yo conozca, parece conocer la letra”.

 

“No creo que deba prohibirse de ninguna manera cantar esta canción”, añadió.

 

 

Pero, sobre un fondo de tensiones en muchos países desde la muerte el 25 de mayo de George Floyd, un estadounidense negro fallecido durante su detención por la policía, la utilización del himno por parte de los aficionados ingleses causa polémica.

 

En Inglaterra, importantes manifestaciones tuvieron lugar estas últimas semanas, y la estatua de un esclavista fue desmontada en Bristol. Eventos que empujan a las instancias a reflexionar sobre sus lazos históricos con la esclavitud.

 

“‘Swing Low, Sweet Chariot’ forma parte desde hace tiempo de la cultura del rugby y es cantada por muchas personas que no tienen consciencia de sus orígenes y de su sensibilidad”, anunció el jueves un portavoz de la RFU.

 

“Reconsideramos actualmente su contexto histórico y nuestro papel en la educación de los aficionados para que tomen decisiones en consciencia”, añadió.

 

“Siempre la ha odiado”

“Debemos hacer más por la diversidad y estamos decididos a acelerar el cambio y a incrementar nuestra vigilancia”, dijo.

 

No es la primera vez que la canción es causa de debate. Aficionados ingleses habían sido en el pasado acusados de “apropiación cultural” por haberla cantado delante de la sede de la RFU y en partidos fuera de casa de la selección inglesa.

 

La canción divide también a los jugadores, actuales y pasados, de la selección inglesa.

 

“No pienso que nadie en Twickenham la cante con malas intenciones”, señaló recientemente Maro Itoje, jugador inglés de origen nigeriano. “Pero el contexto de esta canción es complicado”, reconoció.

 

“Siempre la he odiado”, señaló, por su parte, al diario The Telegraph, el antiguo hooker Brian Moore. “No es apropiada. Tiene connotaciones esclavistas y si la RFU toma la decisión (de prohibirla), estaré contento”, añadió.

 

Según The Telegraph, que citó una fuente anónima, la primera de las pistas planteadas sería efectivamente “parar de cantarla durante los partidos”.

 

El debate se desplazó al terreno político. Daniel Hannan, exeurodiputado conservador, dijo que la idea de una prohibición es “desmentida”, estimando que nadie se sintió herido por esta canción en Twickenham.

 

Simbólica, la discusión alrededor de esta canción se produce en un contexto de deseo de cambio más global.

 

Esta semana, el director ejecutivo de la RFU, Bill Sweeney, dijo querer hacer más “para mejorar la diversidad en todos los sectores del juego, incluida la administración”.

 

Actualmente, el exinternacional Maggie Alphonsi es la única persona de color entre los 55 miembros del consejo de la instancia.

 

PAL