En marzo pasado, cuando inició la pandemia y el confinamiento en nuestro país, éste se dio en primera instancia de manera “voluntaria” por parte de la sociedad, liderando universidades y algunas empresas, pero era difícil imaginar lo que se vendría.

Cuando las instituciones financieras y organismos internacionales empezaban a dar a conocer estimados de crecimiento de la economía con ajustes a la baja, era difícil entender, por qué lo hacían.

A finales de marzo, de repente, la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, junto con la Asociación Mexicana de Bancos anunciaron el diferimiento de los créditos a personas físicas y morales en los siguientes 4 a 6 meses, y uno no captaba la dimensión de lo que vendría más adelante.

El Gobierno federal siempre se manifestó más optimista respecto a la realidad y ajeno a otorgar apoyos hacia empresas con la idea de salvaguardar el empleo.

Conforme transcurrieron los días, las semanas y estos meses de marzo, abril, mayo, junio y hasta estos primeros siete días de julio, empezamos a entrar a una nueva realidad: se han perdido alrededor de un millón de empleos formales y más de 10 millones de empleos informales.

La apertura de centros comerciales empieza a facilitar la posibilidad de ver algunas tiendas y negocios que han tenido que cerrar sus puertas, cientos o miles de empresas que han quebrado. En las calles, se empiezan a ver más letreros de “se renta”, “departamentos o casas en venta”, restaurantes famosos cerrados, empresas que han sido bandera de México como Aeroméxico, teniendo que ir a un “chapter 11” en los Estados Unidos para reorganizarse, reconvertirse y regresar con mayor impulso a una nueva forma de operar de las líneas aéreas, Bancos con necesidades de captación y en procesos de reestructuras o refinanciamiento de créditos, ver por televisión la poca afluencia que tienen lugares vacacionales como Acapulco, Cancún, Puerto Vallarta, entre otros. El México de ayer no será el mismo México de mañana.

Algunos indicadores económicos como el PIB hasta el primer trimestre de 2020, registra una contracción de 1.4%, acumulando cuatro trimestres consecutivos en terreno negativo, una balanza comercial deficitaria desde abril con caídas en las exportaciones de 57% y de las importaciones de 47% como variación anual a mayo, caída en las ventas minoristas en un 23.4% anual al mes de abril, una producción industrial con caída de 29.3% anual también al mes de abril, 15 meses consecutivos de caída en la inversión fija bruta con un último dato al mes de abril de -37.1% anual, indicadores de manufactura y servicios en zona de contracción, muy por debajo de la línea de los 50 puntos, mostrando fuerte debilidad, y solamente un indicador como el de remesas familiares, que mantienen un crecimiento en los primeros cinco meses del año de 10.4%, ante un mayor envío de recursos monetarios de los connacionales por la propia incertidumbre futura.

Ahora, con los intentos de reaperturas de actividades en cada estado, el Gobierno intenta reactivar la economía, en medio de un riesgo aún de expansión de contagios del coronavirus. Sin embargo, se requiere hacerlo, pero con el mayor cuidado posible de cada uno de nosotros.

Si la sociedad inició el confinamiento voluntario, ahora como sociedad, podemos cuidarnos con la mayor responsabilidad posible, utilizando el cubre bocas, las caretas y la sana distancia, además, de tener un aislamiento, en caso de requerirse.

La economía necesita de cada uno de nosotros si queremos recuperar la actividad económica lo más posible, pero es un hecho, que la realidad actual es muy diferente a la de hace cuatro meses.

El problema de distanciamiento entre empresarios y Gobierno, la falta de confianza ante cambio de reglas, caída en el consumo, alto desempleo, dificultarán una recuperación sostenida y rápida, pero tenemos que intentarlo.

 

                                                                                                                                                  @1ahuerta