Fernando está triste, de esa tristeza que dura días, que dura semanas. No lo dice, pero se le nota en la mirada, en esos ojos hundidos tras unas arrugas marcadas por los años de trabajo, que en estos tiempos pareciera que nada importan ante los estragos de la pandemia de Covid-19.

En sus manos trae cubrebocas y caretas que él mismo fabrica de manera artesanal, buscando ganarse honestamente el sustento de cada día para su esposa y él, ya sea a cambio de comida o dinero, lo que sea que permita sobrevivir unas semanas más.

Y es que él, a diferencia de los afortunados que han mantenido un sueldo fijo durante la cuarentena, no tiene un ingreso constante durante esta crisis.

Antes de que la enfermedad detuviera la actividad económica de la Ciudad de México, se ganaba la vida conduciendo un taxi en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, donde la competencia con los Uber y las altas tarifas para operar en el sitio ya hacían dificil el pagar la cuota al dueño del vehículo; pero como tantos mexicanos, con días buenos y días malos, don Fernando salía adelante.

Luego arribó la pandemia y los viajeros comenzaron a disminuir, los vuelos se cancelaron y el Aeropuerto, uno de los principales motores de la economía capitalina, se convirtió por momentos en un pueblo fantasma.

Llegó el momento en que Fernando, pese a que el dueño del taxi decidió dejar de cobrarle la cuota por el mismo, a sus 58 años tuvo que elegir dejar el volante, pues los ingresos ya no alcanzaban ni para la gasolina del vehículo.

“Llevó ahorita prácticamente tres meses con el taxi parado, porque no salía ni para la gasolina, porque aparte de que el ingreso es muy poco, la comisión para trabajar en el Aeropuerto es muy alta”, relata.

Ingenioso, invirtió en material para hacer cubrebocas y caretas de forma artesanal y, por lo mismo, baratas, lo que le permitió colocarlas al principio de la emergencia sanitaria, cuando la gente buscaba protegerse del Covid-19 de forma inmediata.

“En el 2009 vino también lo de la influenza, desde muy chico sé utilizar la maquina de coser (…), entonces en esta ocasión dije, pues vamos a hacer lo mismo”.

Sin embargo, tres meses después, diversos modelos de caretas y cubrebocas de todos los materiales y colores han saturado el mercado, y los productos de don Fernando dejaron de venderse.

Hace unos días, Fernando, llevado ya por la desesperación, publicó en Facebook, en el grupo de la colonia en que vive, la Agrícola Oriental, que “regalaba” sus caretas y cubrebocas por comida, lo que quisieran: latas, una mayonesa, frijoles, lo que la gente pudiera. Pero sólo dos personas respondieron a su llamado, el resto se dedicó a criticarlo porque eso no era un regalo, sino un trueque.

Luego de este episodio, publicó los productos a la venta, 10 pesos las caretas, un peso los cubrebocas. No ha vendido ni uno.

Y aunque sus hijos son ya adultos, el contacto con ellos se ha ido desvaneciendo con el paso de los años; de ellos, no vendrá ningún apoyo.

En caso de que alguien guste apoyar a Fernando con un donativo en estos momentos de crisis, su número de tarjeta en Banco Azteca es 5512-3823-3010-9697, a nombre de Fernando Rosas.

FRASE
“A mí lo que se me ocurrió fue empezar dizque a regalarlos, a cambio de un donativo, y dos personas me ayudaron, sólo dos. Los demás en Facebook, bueno, me criticaron hasta morir, que eso no era un regalo, que era un trueque”
Fernando
Habitante de la CDMX

 

LEG