En algún momento de la pasada campaña presidencial, cuando Andrés Manuel López Obrador empezaba a tener una posibilidad mayor de triunfo, alguno de los integrantes de su movimiento político confesó que, si una eventual mayoría opositora impedía la aplicación de su agenda legislativa, ya sabían cómo tomar la tribuna para presionar.

Muchos no imaginaban ese triunfo tan abrumador del lopezobradorismo. Por lo tanto, ya no necesitarían asaltar el estrado legislativo como, efectivamente, lo sabían hacer tan bien para imponer sus condiciones.

El propio candidato presidencial dudaba de obtener esa mayoría en las cámaras de diputados y senadores. En su plan de Gobierno, claramente definía que los cambios importantes vendrían después de las elecciones de 2021. Porque soñaba que lo haría tan bien, que sin duda obtendría la mayoría en las elecciones de medio término.

Pero las cosas les han salido exactamente al revés. La 4T se alzó con la mayoría calificada en la Cámara de Diputados y la mayoría simple en la Cámara de Senadores. Y las cosas les han salido tan mal, que el riesgo de que pierdan esa composición durante la siguiente legislatura es alto.

Claro que al presidente López Obrador le molestan las autonomías, pero una con la que no tuvo que lidiar fue con la legislativa. Con su mayoría, los legisladores quedaron reducidos a burócratas acomedidos de una oficina de trámites legislativos presidenciales.

Si un organismo autónomo que incomode al Presidente tiene fuerza, entonces la 4T presiona y negocia. El ministro de la Suprema Corte, Eduardo Medina Mora renunció a su cargo de manera irregular y las presiones a ese poder disminuyeron, después de que le organizaban hasta violentas protestas en sus puertas.

Con el Banco de México, la cantaleta es el respeto a la autonomía, pero también queda claro que al Presidente muchas veces no le gusta el modito de esta institución.

Si la autonomía es endeble, toma el control. Como en el caso de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y la Comisión Reguladora de Energía, donde sin queja alguna designó dirigencias a modo.

Y si la autonomía se vuelve efectiva y toma verdadera distancia del poder presidencial, viene la amenaza. El caso más emblemático y que más habrá de notarse de aquí al 6 de junio del próximo año es el Instituto Nacional Electoral.

La 4T no es como la soñó el Presidente, porque hacen falta planes reales más que sueños irrealizables. Y de paso, porque en el camino de este Gobierno se atravesó la peor pandemia en un siglo y no la han sabido manejar.

Evidentemente que esto amenaza con acabar de convencer a una mayoría de electores que no son una opción real para gobernar y pueden perder la mayoría en la Cámara de Diputados, además de una larga lista de posiciones políticas locales.

Ante eso, claro que estorba la autonomía del árbitro electoral.

Así que la guerra declarada a los órganos autónomos tiene como principal explicación el estorbo que representa para el pretendido control unipersonal del poder en México de esas instancias, pero tiene claramente una dedicatoria y un objetivo: el Instituto Nacional Electoral.

 

                                                                                                                                              @campossuarez