@guerrerochipres

 

En 1990, cuando la Organización Mundial de la Salud retiró a la homosexualidad de sus manuales de enfermedades mentales se posibilitó el inicio de una conciencia global para promover la cultura de la diversidad sexual y de la identidad individual en un sentido más amplio. Hizo pensables los matrimonios igualitarios y su caudal de responsabilidades legales ente las partes y en relación con el Estado.

En 1973, la Asociación de Psiquiatría Americana se adelantó a la OMS haciendo lo correspondiente. Sin embargo, es el peso de la OMS el que detona la revisión de la agenda internacional al respecto.

Tres décadas después, persisten terapias de conversión y discursos intolerantes. Estamos menos lejos de lo deseable del tiempo en que se encarceló a Oscar Wilde, se castró químicamente a Alan Turing o se asesinó a Harvey Milk, tres paradigmas del castigo a la homosexualidad.

La diversidad sexual cambia según los parámetros dominantes de la cultura y el tiempo. En el Occidente contemporáneo, la homofobia convive y persiste con base en orígenes o momentos tan notorios como la moral victoriana del siglo XIX, los sistemas totalitarios como el nazismo y su ideología de segregación y exterminio radical, pero también de complejos sistemas culturales, por ejemplo, del mundo árabe.

El machismo se enraíza a nivel estructural y cultural. La Ciudad de México es una de las grandes capitales del mundo con apertura a la diversidad sexual. Por si fuera poca la riqueza política de la tolerancia asociada a la libertad sexual, en el país la cultura LGTB + ya arroja ganancias económicas. En el gobierno de Claudia Sheinbaum es prioritaria la defensa de una urbe en la que los Derechos Humanos sean prioritarios.

Otra vez, en la propia capital nacional, a diferencia de ciertas regiones de Europa por increíble que parezca, la tolerancia y aceptación hacia la diversidad son inéditas. Un ejemplo de la vigencia del conservadurismo más activo y elemental es la marcha contra el matrimonio igualitario, realizada en Francia hace siete años.

En nuestro país, de acuerdo a la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas, un 70% de miembros de la comunidad lidian con la discriminación cotidiana y un 75% padece en su ambiente de trabajo debido a sus preferencias. El odio, la discriminación y la represión siguen vigentes, y todos, como actores sociales, podemos impedir que se propaguen desde sus mínimas expresiones.

En el marco del Día del Orgullo LGBT, celebrado el 28 de junio en conmemoración del movimiento de liberación homosexual con los disturbios de Stonewall, valdría la pena reflexionar cuál es nuestro grano de arena en vías de una sociedad más tolerante.

La discriminación, la intolerancia y la violencia pueden denunciarse en la Línea Diversidad Segura y el Chat de Confianza 55 5533 5533, del Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia. Nadie tiene porqué sufrir en silencio. También la lucha por la diversidad puede ampliar el fortalecimiento del Estado de Derecho.