Si ya eran demasiado bajas las posibilidades de que ese empobrecido niño se elevara a superestrella del futbol, incluso se hacían más raquíticas de que lograra hacer cambiar de opinión al Primer Ministro británico.

Puede decirse que, desde su mismo nacimiento 22 años atrás, Marcus Rashford vivió contra la probabilidad. Era tal la descomposición social en Northern Moor, diez kilómetros al sur de Mánchester, que fue elegido locación para la serie televisiva Shameless, que retrata un universo de violencia, adicciones, pobreza, abandono y criminalidad. Ahí, una casa de interés social (las llamadas Council House) lo vio nacer; casa que, al pasar del tiempo y con él llegar contratos millonarios para el muchacho, decidió tatuarse debajo del corazón. Ante esa fachada de ladrillo, repetida al infinito en el paisaje de los barrios de clase trabajadora inglesa, Rashford tomó la decisión que lo encaminaría: en vez de involucrarse con pandillas y vivir con rencor, centrarse en el deporte. Por ello en el tatuaje se le ve peloteando contra la entrada de la casa. No olvidar. No olvidar el origen. No olvidar el inicio del recorrido. No olvidar las condiciones de vida entre las que se crio.

Vista su voluntad, contemplar la imagen grabada en sus costillas no hubiera resultado imprescindible para que Marcus tuviera presente su atribulada infancia. Como recordatorio adicional, una nota de cuando tenía once años: “Quiero un estilo de vida diferente y hacer que mi familia esté orgullosa de mí. Sólo tengo un propósito y es ser futbolista profesional, espero que en el Mánchester United”. O los relatos de ver a su madre no dormir para cumplir enésimos turnos laborales. O explicar lo que es no tener comida en el refrigerador al despertar hambriento por la mañana.

Ese fue su precepto básico al enterarse de que, en sus recortes presupuestales de crisis por covid-19, el gobierno británico interrumpiría el programa con el que se alimenta a los niños de más bajos recursos en vacaciones. Niños como Rashford que durante el ciclo escolar se benefician de comedores públicos, mas al terminar clases no hallan cómo conseguir alimentos.

Así que el delantero del United abrió su carta diciendo: “Dejando de lado las posturas políticas, ¿no podemos estar todos de acuerdo en que ningún niño debería acostarse con hambre?”, a lo que siguió una amplia explicación de lo que es vivir en esos suburbios tan ajenos al glamur en el Reino Unido que derrocha libras esterlinas por miles. “Cuando vayas al refrigerador para tomar leche, detente y reconoce que los padres de al menos 200 mil niños en todo el país hoy se están despertando con la despensa vacía” insistió.

Un programa que requiere de 150 millones de dólares para funcionar, cifra impensable para los individuos de a pie, pero irrisoria en el marco gubernamental.

Grande y generalizada fue la sorpresa al escuchar que el Primer Ministro corregía. Se mantendrán esos auxilios para niños ahora que las clases han finalizado.

Si ya era poco viable que Rashford saltara desde Northern Moor hasta la titularidad en la selección inglesa y las ofertas del Real Madrid, lo era más que convenciera a Boris Johnson de su error. Nada es imposible en su mente ni en sus remates, otra vez el Marcus que pelotea en un tatuaje contra su humilde cuna, lo logró.

 

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