Cuatro egresos y un fallecido, la vida y la muerte enfrentándose en todo momento; y en un cuarto aparte, un ejército que dejó colgadas las batas blancas para evitar agresiones se prepara con trajes quirúrgicos, cubrebocas, botas, guantes, goggles y gorro, para enfrentar al enemigo que paralizó el mundo entero: el Covid-19.

Es el escenario que se observa sólo un día en el Hospital Juárez de México, donde la pandemia ha dejado mil pacientes hospitalizados de marzo a la fecha.

En ese lapso, el hospital ha logrado reconvertir su capacidad de nueve camas de terapia intensiva a 30; el total de camas para atender a los pacientes con Covid-19 son cerca de 300.

De acuerdo con Areli Muñoz Cruz, miembro del Comando Operativo Hospitalario, entre 30% y 40% de los pacientes que ingresan por Coronavirus, fallecen ante las complicaciones de la enfermedad.

-Doctor, ¿nos regala una entrevista?
-En estos momentos no puedo, se me acaba de morir un paciente-, nos responde visiblemente estresado, uno de los médicos que todos los días combate al Covid-19 en el tercer piso del Juárez de México.

Minutos después, la camilla con el paciente que no resistió más la enfermedad sale del área de hospitalización y rodea el módulo de vigilancia del tercer piso norte; pasa frente a nosotros e inmediatamente se activa el protocolo de desinfección: personal de limpieza lava con jabón y cloro los pisos que conectan hasta la morgue.

En el mismo módulo que fue rodeado por la camilla, la ropa de cuatro pacientes que serán dados de alta espera para ser llevada a quienes superaron la prueba y que, después de ocho días de no ver a su familia, están ansiosos por dejar la cama de hospital.

“Yo trataba de cuidarme, de no salir, pero desgraciadamente corrí con la mala suerte de que en una ida al mercado, yo pienso que ahí fue donde me contagié; desgraciadamente me tocó”, contó a este 24 HORAS Bernardo Martín Robledo García, de 55 años de edad, quien fue dado de alta luego de estar internado con oxígeno al máximo nivel para compensar la complicación para respirar.

“Me gustaba ver las noticias del doctor Hugo López-Gatell para saber cómo estaba progresando la enfermedad, porque sí me daba miedo. Lo más difícil que pasé aquí fue la dificultad para respirar, se siente muy feo”, y nos narra que al no mejorar de una pequeña gripa que se iba complicando, su familia decidió llevarlo al hospital; y fue hasta ocho días después que volvieron a verlo.

Se le corta la voz y se le nublan los ojos cuando se acuerda de su familia: “¡Ay, no! Imagínese ni siquiera podíamos hablar por teléfono, es muy feo y es frustrante ver a los vecinos que tenemos a los lados, unos más graves que otros; todos tratando de darnos ánimos de que nos están esperando en la calle nuestras familias”, nos dice.

–¿Está listo para salir a la calle?- Don Bernardo abre los ojos en señal de asombro y tajante responde:
–No, no voy a salir a la calle, yo voy a procurar no salir a la calle hasta que pase esta pandemia y yo quisiera que todos hicieran caso, porque a muchos les da risa esta enfermedad, pero ¡vivirla es difícil, muy difícil!

Su esposa lo espera ya en el estacionamiento del Hospital; visiblemente emocionados por el reencuentro, lo abraza y Bernardo agradece el trato que le dio el personal del turno de la mañana.
“Todos unas almas de Dios, un servicio de lo más alto que pueda haber; claro, nunca falta un granito negrito, pero me voy muy agradecido de todo el personal del hospital”.

Bernardo es pastelero, pero reconoce que con la pandemia de coronavirus, el negocio no ha ido bien, ahora tiene que permanecer 13 días más aislado en su domicilio.

“COMENCÉ A SENTIR GRIPA”

En los elevadores del tercer piso de hospitalización de Covid-19, Mireya espera en una silla de ruedas llevada por Alan, uno de los camilleros del Hospital Juárez; reencontrarse con su familia a quien dejó de ver por siete días, desde que la internaron por una gripa que no se le quitaba.

“Comencé a sentir como gripa y no se me quitaba, por eso vine al hospital”, donde la tuvieron que internar y poner oxígeno para que pudiera respirar.

Reconoció que el estar separada de su familia y no saber de ellos le generó mucha angustia, “por uno, mucha tensión, por todo”.

–¿Hubo algún momento en que sintió miedo?
– ¡Claro que sí!
A quienes no creen que existe el Covid-19, la mujer de 56 años les pidió cuidarse, porque es una enfermedad “muy fea”.

Así, entre la vida, la muerte, el miedo y la angustia viven mil 700 trabajadores del Hospital Juárez de México desde marzo pasado, cuando atendieron su primer caso de Covid-19.

 

Ganador

Tras ocho días de estar internado, Bernardo Martín Robledo García, quien es pastelero, salió del hospital para pasar 13 días más en aislamiento, pero ya en casa

Mireya

A Mireya, de 56 años, le tuvieron que poner oxígeno para que superara la batalla contra el Covid-19. Alan, un camillero del hospital, la trasladó hasta donde estaba su familia para que regresaran a su hogar

 

 

Debido a que como medida preventiva la familia no puede visitar en piso a los enfermos, se instaló una sala de espera en las instalaciones del nosocomio

EFVE